No sobran las palabras

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Ella ya lo sabía. Ya conocía todas las manías que después mataron el afecto. Luego aparecen por sorpresa y parece que nunca estuvieron ahí. Pero sí, saltaban a la vista y nos las sabíamos de memoria.

Pero no sabemos calcular el desgaste, no conseguimos entender lo que nos ocurre cuando se domestica el estupor. No ajustamos bien las cuentas que se establecen entre las felicidades pasajeras y el martillo pilón de la rutina.

En el fondo, es que sólo creemos merecer lo bueno. Lo malo siempre es culpa de otros. Y que todo cansa. Y cansa del todo.

Eso que hace que nos amemos, se irá diluyendo entre los capítulos de la novela en la que estamos de prestado. Y aquello por lo que nos odiaremos, ya lo hemos conocido. No hay sorpresas que esperar, excepto la de cuando pesará más el otro lado de la balanza.

Si miramos el final, no vale la pena empezar nada. Aunque, si no se tiene nada empezado, la vida nos pasa por encima.

Queda la palabra. Nunca sobran, pero no, no bastan.

4 comentarios en “No sobran las palabras

  1. Si, si si…sobran las palabras. Saldrá mal y lo sabemos. No será nunca como al principio. Odiaremos lo que ahora dejamos pasar por la espalda. No miraremos cuando ocurra y luego será el arma arrojadiza. Pero…qué hacer…dejar de vivir porque seguramente todo eso lo odiaré. ¿Vivir mientras no odie es amar a medias o vivir sin complejos?

  2. La verdad es que no tengo ni idea. Por eso escribo, que, por otra parte, es lo único que sé hacer.A lo más que me atrevo es a señalar que entre amar y no odiar, yo veo diferencias significativas. Aunque puedo estar equivocado.

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