
Supongo que te la debía, que aún te la debo. Supongo que te la debo porque me gusta deber, porque debo gustar, porque tener deudas contigo es el saldo más positivo de haberse encontrado.
Puede que el alcalde no me pague, o que el maestro me oprima con su reprimenda cuando no le salgan las cuentas al pasar lista.
Puede ser mi orgullo de no perder, mi sinrazón de querer llevarla siempre, mi soberbia de creer cuál debe ser tu camino correcto.
Incluso podría ser lástima de una madre enferma y postrada, de una economía inútil, de saber acerca de la ruina y la miseria.
Pero creo que no, que es más sencillo, mucho más sencillo, tan sencillo -y a la vez tan difícil- como decir que te quiero.
Dejarlo todo, colarme en el autobús, buscar dinero, andar kilómetros de desierto, entrar en la marabunta, y todo, aun después de haberte castigado, haberte perseguido, haber desconfiado, haberte odiado, tal vez.
Porque soy obstinada maestra que se cree los cuentos que te explica, porque pretendo todos los días encontrar agujas de oro en pajares imaginarios, porque sostengo que tal vez tenga una luz que te alumbre un instante de tu vida.
No comer, escribir cien carteles, luchar contra el desánimo y el cansancio, asomarme al altavoz, preguntar a todos los hombres con gafas, vivir sin carnet de identidad.
Porque llevo buscándote tanto tiempo que no puedo evitar llorar delante de la cámara, porque no quiero volver con las manos vacías a la rutina, porque encontrarte no es el principio del amor, sino su desenlace.
O dime, acaso, contesta tú sin que nadie te mienta… ¿quién movería por ti trece mil ladrillos y andaría ochenta kilómetros y dormiría noches en la calle y removería el corazón de los hombres de la televisión?
Si tienes nombres temblando en la boca de la respuesta, grábatelos en la memoria y dibújales al lado un corazón con tizas de colores, porque sólo puede ser amor lo que tanto los mueve.
Y ahora miéntete un poco y respóndeme cuántos ladrillos moverías tú…
Por supuesto que no hace falta que respondas, ya imagino el número. No obstante, todavía te la debo.
Nos teñiremos pelos, almas y corazones.
Juraremos amor eterno si es preciso
para ser algo más felices un instante.Ni la mejor mentira, amor, es la verdad.
(Ivan Tubau)
Cosas en común
Habernos conocido
un otoño en un tren que iba vacío;
La radiante, aunque cruel
promesa del deseo.La cicatriz de la melancolía
y el viejo afecto con el que entendemos
los motivos del lobo.La luna que acompaña al tren nocturno
Barcelona-París.Un cuchillo de luz para los crímenes
que por amor debemos cometer.Nuestra maldita e inocente suerte.
La voz del mar, que siempre te dirá
dónde estoy, porque es nuestro confidente.Los poemas, que son cartas anónimas
escritas desde donde no imaginas
a la misma muchacha que un otoño
conocí en aquel tren que iba vacío.(Joan Margarit)
Groenlandia
Todas las secuencias han llegado a su conclusión,
el tiempo no puede esperar. Atravesaré el mundo
y volando llegaré hasta el espacio exterior.Y yo te buscaré en Groenlandia, en Perú, en el Tibet
en Japón, en la isla de Pascua. Y yo te buscaré
en las selvas de Borneo, en los cráteres de Marte
en los anillos de Saturno.Cruzando amplios mares, escalando altas montañas,
descendiendo los glaciares. A través del desierto,
las junglas y los bosques, quizás te encuentre alguna vez.