Un poco de suerte…

Qué difícil encontrar las palabras cuando uno es su propio enemigo y la memoria de las teclas es un monstruo que acecha por detrás de cada pensamiento.

Confieso que es el miedo lo que me impide asomarme al precipicio, que es el miedo lo que me paraliza las piernas y me las deja sin fuerzas, que es el miedo el que atranca los bolígrafos y los teclados.

Miedo a tropezar en la misma piedra, con la misma piedra, por la misma piedra. Miedo a derretirme sobre el asfalto del camino que lleva hacia tu casa. Miedo a volver a contar como acierto la huída ante el dolor.

Pensaba que volver a verte sería un paso terrible. Y tenía razón. De aquí en adelante, un poco de suerte no vendría mal.

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