Juego del azar

Ahora ni siquiera es una larva, la abeja que te asustará zumbando su ruido monótono al entrar por la ventana. Sumergida en el agua que anega el llano, sigue esperando la sal que se te derramará en la cocina, a que salga el sol enarbolando verano, para despojarla de su forma líquida.

Como duerme la brisa que se enredará en tu pelo cuando te vuelvas para mirarme, entre las olas del mar sin espuma que roza una caleta. Mientras, nacerá en un semillero, la menta que atrapará mis sentidos en tu hálito fresco cuando disfraces el deseo con un suspiro. Corre todavía, por el tronco de un ciruelo, el azúcar que moverá tu mano fría sobre mis dedos.

Aún está atrapado en la hoja de un árbol, el aire impaciente con el que te besarán mis labios. Viaja despacio, sin prisa, escondida entre las nubes, la gota de sudor que resbalará en mi frente cuando te desnudes. Estallará tu risa en cascabeles y rebotará su eco sobre paredes que todavía ni siquiera son ladrillo. Ahora son apenas un hilo, las sábanas que romperán con su vuelo de seda aquella figurita de cristal que hoy sólo es un puñado de arena.

Dónde buscarte, si el futuro siempre está en el aire. Somos naipes del castillo, polvo que gira en el baile de una veleta, gotas de un remolino que se pierde en el mar. ¡Es tan difícil el azar! Y la vida es tan incierta que nadie busca lo que encuentra porque nadie sabe lo que quiere buscar.

Pero mi corazón me ha convencido de que, aunque ahora parezca imposible, cuando tus susurros se agiten en mi oído y te envuelvas en mis brazos para dormirte, lo difícil se habrá vuelto sencillo. Todo lo inexplicable cobrará sentido y el juego del azar resultará tan evidente, que no te extrañará saber que empecé a quererte… mucho antes de haberte conocido.

Nunca es demasiado tarde

-Eso es lo que queremos todos, ¿no? -decía sentado en la escalinata, amarrando un recuerdo a una botella- Encontrar una mujer con la que poder estar en silencio.

Hubo buenos tiempos, seguramente; tan seguramente como ahora son malos. Nunca es tarde, nunca es demasiado tarde.

Tantas vidas rotas que caben en un álbum, en tres pilas de cajas con papeles. En cada foto que añado, en cada página que paso, en cada caso que cierro, también mi vida se rompe un poco.

No creo que sea cruel el azar, sino que tiene un sentido del humor muy raro. Porque sí, claro, acabar como un caso más de los de tu trabajo es, como poco, macabro. Y sin embargo, cuanta ternura silenciosa hemos derrochado para quedarnos solos.

Quien a hierro mata, a hierro termina, decía Rubén, pero vivir a hierro no nos salva. Ni siquiera el amor a última hora, en el último tren de una estación sin nombre, en la última compra que lleva tu nombre. Y sin embargo, nunca es demasiado tarde.

Porque estoy cansado de prepararme, roto de tanta víspera, áspero de tanto sueño, triste de tanto tácito, derrotado de tanto futuro y de tanto pasado, vencido de esperar el deterioro.

Y es que sí, es todo cierto y cierto del todo lo que vaticinamos: el desamor, la ruina, el desencanto, la pérdida y los pies de plomo. Es todo cierto y cierto del todo.

Pero estoy ahíto de tanto ver venir el tren que tiene que arrollarme, ahogado entre las ganas de intuir el brillo venidero y las de recordar el esplendor pasado.

Tanto que he decidido creer de nuevo que nunca es demasiado tarde. He decidido olvidar que no cumpliré dieciocho y que puedo hablar como cuando tuve diecisiete sin temor a equivocarme.

Sin temor a equivocarme o, al menos, con el mismo temor con que el que afirmo delante del espejo que son cincuenta los que vienen.

Por si ya está en camino el autobús que tiene que atropellarnos, que nos pille cruzando la vida hacia quienes queremos ir.

La tristeza del mar cabe
en un vaso de agua

No hay pues mujer más sola,

(Luís García Montero)

El método es menos leal
que el error afortunado

No buscaba las olas
cuando después del beso descubrí en su piel
un recuerdo salado del mar donde fui niño.

Confirmo si hace falta que todo lo pensé,
mil veces he medido las sílabas del tiempo,
pero también mil veces aprendí
que no salen las cuentas,
y la duna que soy de forma irremediable
se ha hecho con arena movediza,
con mi viento descalzo de los juguetes rotos,
mis historias de amor,
mi mala vida.

(Luís García Montero)

Tarde

Quizá tú no me viste,

Los pasos de la desgana me fueron llevando
lejos de las luces y las transparencias,
hacia ese relleno metálico de coches
aparcados en la urgencia de la mansedumbre.

Me asomé muchas veces a tu ventana,
harto de mirar al suelo y a los semáforos
que abren y cierran el grifo de la melancolía,
hasta que, por una hendidura de la tarde,
entreví tu silueta abierta y desnuda.

Entonces, la tarde, la tarde inmensa
se hizo más grande que nunca,
consiguió inflarse de minutos perdidos
hasta explotar y lanzarme contra la piedra.

Cuanto más se corre, cuanto más deprisa
se mueve el deseo hacia los bordes,
más crece la rabia del entreacto
y cada palabra se aproxima inexorable
a su significado justo.

La tarde dejó de temblar cuando me hice viejo
y supe que la tarde no terminaría en noche,
que era una tarde que no acabaría nunca
y que siempre sería tarde.

Prodigios y contradicciones

No me gusta viajar.

Éste es un modo, como otro cualquiera, de meter en la palabra «no» todas las posibles discusiones. Tanto como decir que no me gusta ver «El Brujo» o ir a la playa, tanto como por ahorrarse concienzudas argumentaciones, suavizadas con las correspondientes contraindicaciones de la posología, en un simple «no me apetece».

Pero ocurre que según y como, ocurre que tal vez me quedara con ganas de ir al teatro y ser un quinto legalizado. Ocurre que alguien me recuerda que pasar todas las semanas por la arena no es propio de afirmaciones tan de tierra adentro. Ocurre que lo dicho, sin saber bien ni cuando ni como ni con quién, se convierte en leyes que se dictan al futuro.

Y es que es muy difícil contradecirse con desparpajo, como hacen los personajes de las novelas de Corín Tellado o los novios que Malú se echa en las canciones. Porque enseguida, y más aún si hay alrededor gente con memoria, sale a relucir la teoría del tango en grupo, los significados de la palabra «novia» o si se no quiso tener sexo o es que se tenía demasiado.

Por eso, a veces hacen falta los milagros. Y que, siete meses atrás, alguien que sueña con aviones y colinas verdes se quede en paro y ponga un artefacto explosivo en la vida de los que le rodean que, en lugar de explotarle en las manos, los atraiga los fines de semana como sedientos imantados hacia una cerveza.

Hace falta que el milagro siga rodando y los papeles del bar estén en regla y que uno de los dos no pueda cerrar todo el puente y que por qué no se lo dices a alguien que es una lástima tenerlo ya pagado y vale, voy a hacerle la proposición sin indecencia.

Hablo de los prodigios que son necesarios para salvarse del ridículo de las contradicciones. Porque, como vuelvo a afirmar rotundamente, manteniéndola sin enmendalla, a mí no me gusta viajar.

Sin embargo, de repente, supongo que por lo caprichoso del azar, por lo inesperado de la maravilla, por la falta de práctica haciendo maletas, me descubro imaginando falditas escocesas y enormes pintas de cerveza.

Pero no me gusta viajar. No me gusta viajar. No me gusta viajar. O quizás sí me guste ahora, que ya no sé qué decir que no se convierta en decreto del que se levanta acta.

Quizás lo que me gusta sea que la gente que me deje contradecirme sin preguntar. Aquellos que, como a mí me pasa con mucha frecuencia, admiten sus propias contradicciones como animales de compañía. Como se admiten los prodigios, los recuerdos inventados y las tardes de lluvia ilimitada.

SOBRE LAS CONTRADICCIONES
Si extiendo una mano encuentro una puerta
si abro la puerta hay una mujer
entonces afirmo que existe la realidad
en el fondo de la mujer habitan fantasmas monótonos
que ocupan el lugar de las contradicciones
más allá de la puerta existe la calle
y en la calle polvo, excrementos y cielo
y también ésa es la realidad
y en ésa realidad también existe el amor
buscar el amor es buscarse a sí mismo
buscarse a sí mismo es la más triste profesión
monotonía de las contradicciones
allí donde no alcanzan las leyes
en el corazón mismo de la contradicción
imperceptiblemente
extiendo la mano
y vivo.
(Aldo Pellegrini)

LA CERTIDUMBRE DE EXISTIR
Si
lo he visto todo
todo lo que no existe destruir lo que existe
la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio
el día sangra
unos ojos azules recogen el viento para mirar
y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso
donde los hombres sin memoria
se afanan por perderlo todo
En una calle de apretado silencio transcurre el asombro
todo retrocede hasta un limite inalcanzable para el deseo
pero tu y yo existimos
tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan
y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los
separe
tu y yo existimos
(Aldo Pellegrini)