Palabras de otro (I)

Todos eran otro y, aunque sus palabras se parezcan entre sí, eran y son palabras de otros. Y a ellos me remito.

Volver la vista atrás es bueno a veces –¡uh uuuuuuh!-, tanto como no perder de vista el horizonte –y a sus presuntos implicados-. Recorrer en la memoria con imágenes dispersas aquellos otros –por cómo éramos-, deshacer en fotogramas la película de los sueños que se han tenido –con su super trampa correspondiente– y recalificar como breve el espacio transcurrido entre cada hola y su consecutivo adiós.

Por la boca muere ese pez que nada en mares de barcos hundidos, por la boca de los mapas recorremos caminos raros y dejamos que los otros tropiecen con nuestra piedra. Porque todo se transforma, porque no sé distinguir entre causa y efecto, aquí dejo los datos. Que cada quien combine aciertos y errores imperdonables a su manera, sobre estas palabras que no valen nada.

Fue en otro cine –¿te acuerdas?-, cuando lo caprichoso del azar puso a todos mis otros yo a caminar en círculos.

Y aquí guardo, entre silbiditos y canciones, mi carnet de majara.

Favor

Me gustaría olvidar cada noche un recuerdo, diferir un instante, diluir un deseo. Entramar fantasías extrañas en algún lenguaje sutil para deshacer los destellos de tu mirada y articular, con ellos, una palabra que pueda mantenerte lejos y a salvo del agua.

Aún fluye la noche sobre tu piel y se te derrama por los ojos entreabiertos. Aún me requeman, en la memoria de lo increíble, los acordes del arpa que arañé entre tu pelo. Aún me mueve los pies aquel baile de sonrojos que anunció con murmullos el comienzo de este sueño que más tarde acabará en insomnio.

Es difícil olvidar el cielo cuando se vive entre las nubes. Cuando todo se reviste con ausencias de cristal intermitente. Cuando el breve momento en que no estás se interrumpe siempre con las piruetas de tu nombre en una ventana; que nunca se cierra ni se abre sin que andes tú detrás, encerrada, quién sabe si para no verme.

Necesito que me hagas un favor, otro más, tal vez el último. Que, un día de estos en que apriete el calor, seas tan amable de dejar de serlo por un instante y me dediques, con tu mejor intención, un frío gesto de desaire.

Porque las manchas de ternura no se borran con azúcar. Sólo se quitan con vinagre.

(Junio-2007)

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