Sigue lloviendo
Pero no ha dejado de llover aunque el sol invada el cielo. Sigue cayendo, la siento todavía volar mansamente, gota a gota, penetrando por todos los resquicios del pensamiento, mojándome lo ya húmedo, impidiendo lo seco.
Miro a través de la ventana y no la veo. Apenas un pequeño resto de palabras, como un reguero que se resiste a huir o que no se atreve a volver. Pero la oigo palpitar en todas partes, cayendo desde no sé qué cielo, tomando formas diversas al contacto con el suelo, andando de puntillas tras de mí.
No ha dejado de llover por más que lo digan los telediarios. Llueve sin agua, llueve sin nubes, llueve siempre. Lleva mucho tiempo lloviéndome en cada silencio, justo antes de cada palabra que pienso y, también, justo después de no decirla.
¡Me gusta tanto la lluvia! Que salga el sol si quieres, que salga si no la luna; pero que no deje de llover, que me caiga todo el agua encima. Ya no quiero estar seco porque me ahogaría.
«>(Sin publicar, diciembre 2009)
Incendio
En mis sueños hace mucho calor
y cuando, al cabo,
me levanto y me visto
sin saber el color que tendrá el cielo,
salgo buscando,
en todos los ojos que miro,
los ojos que llevo en mi sueño.Incluso ahora que escribo,
sí, precisamente ahora mismo,
en estos bordes que comparten
el insomnio, la vigilia y un incendio,
no puedo dejar de pensar ni un instante
en este calor ni en este sueño.Y lo peor es que esta llama
que me quema tan desde dentro
no puede sofocarse con agua,
sólo se apaga ardiendo.(Instanteca, diciembre 2008)
Hierve el agua
¿Cuántas veces tiene que repetirse un sueño para que suceda? No sé, nunca he sabido, sigo sin saberlo, si la energía y el deseo que se entregan al anonimato de lo que uno imagina en los sueños pueden, de alguna manera, modificar la realidad y sustituirla por otra.
Ella está de espaldas y, al poner mi mano en su hombro, se gira y me abraza. Su cabeza se reclina en mi pecho y entre todos los brazos surge el ocho, el infinito.
En cada borbotón estamos más cerca; en cada ruido que prorrumpe, la respiración se acompasa. El universo toma su temperatura y el paisaje se aleja hasta desaparecer.
En cada gota que cae, sobra más el aire que nos separa. En cada bocanada, se difuminan en el contacto los límites de los cuerpos. En cada borbotón, el tiempo se ralentiza hasta hacer olvidar el futuro que viene.
Ninguno de los dos dice nada y la vida parece un soplo, un aliento que roza las caras. Nadie dice nada, nada, porque no hay nada que decir. Y mientras, hierve el agua.
¿Cuántas veces tiene que repetirse un sueño para que suceda? No sé, nunca he sabido, sigo sin saber. Pero he descubierto contigo que hay cosas que con una sola vez que sucedan, con una sola, se repiten para siempre en los sueños.
Y cada vez que hierve el agua.