Ask me anything

¿Será verdad que se puede cambiar, dejar de autonovelarse la propia vida y empezar de nuevo?

Se divorcian, y se te parte el corazón, pero no recuerdas cómo te agarrabas a la pierna de tu padre para que no se fuera y te parte el corazón que guardara tus tarjetas de cumpleaños.

Te enamoras y se te parte el corazón. Tienes amigas, y se te parte el corazón. Te lías con un hombre casado, y se te parte el corazón. Te suicidas, y se te parte el corazón. Debe ser que tenemos corazón para compartirlo y partirlo muchas veces, que quien no lo tiene roto es que no tiene corazón.

La peor edad de la vida, dice uno de cuarenta, es la década de los treinta. Y si así fuera, sucesivamente, siempre estás pasando por la peor época de tu vida, contemplada desde diez años después. Porque sí, en eso estoy de acuerdo, lo peor de una vida siempre son los recuerdos; aunque, posiblemente, también son lo único verdadero.

¿Quiéres saberlo todo? Las diez cosas que te diga son rigurosamente ciertas, pero no te sirve para nada saberlas ahora, ni saberlas de mi puño y letra, así que no te las diré. Ya ves, cada uno somos nuestra propia contradicción, aunque haya quien lo disimule muy bien. No esperes escapar indemne ni del sexo ni de los textos, incluyendo este blog.

La vida es una película extraordinaria y sólo las películas extraordinarias consiguen sobrevivir en la pantalla. Sin necesidad de balas, que las palabras ya tienen efecto suficiente en la salud, ni de sucesos misteriosos que nadie ha sabido resolver, que bastante tienen sin resolver los asuntos cotidianos.

No, no estás deprimida: estás de duelo, siempre hay alguien por quien estarlo. Tampoco estás loca, yo te comprendo del todo, aunque siempre después de que ya lo hayas hecho. Te comprendo del todo. Pero ya no tengo edad, ni inconsciencia, ni nunca tuve los huevos suficientes para hacer lo mismo que tú: jugar a estar vivo.

Quizás tengan que romper tus cartas de amor o tus poemas, esconder tus regalos para no dejar evidencias, mentirte para no matarte, suicidarse para no morir, contradecirse para disimular la ruina, olvidarte para no romperse, huir para no luchar.

Quizás tenga el corazón que romperse otras mil veces. Quizás no tengas vida por dentro y ya no seas joven y sigas sin ser inocente.

Pero te entiendo perfectamente. Sólo se puede vivir desconcertado. Cualquier sensación diferente del estupor, no es más que el final feliz o triste de alguna película.

Trenes en la noche
Imagina dos trenes,
rodando en la alta noche,
que se cruzan de golpe,
camino cada cual de su destino.

En cualquier parte,
en medio de un empalme en ningún sitio,
por vías oxidadas, los vagones,
de pronto, se detienen.

Miras por el cristal y allí,
en lo negro,
se ilumina una cara justo enfrente.

De momento has pensado que es la tuya
reflejando tu insomnio y tu cansancio.

Es una sensación. Dura un instante.

Te fijas con cuidado en la ventana
y el rostro que se enciende al otro lado
es, sin duda, de otro.

De una oscura mujer, para más señas.

Es hermosa, te dices, mientras miras
sus ojos en los tuyos duplicados.

La escena es momentánea.

Tras un ruido metálico
y muy seco, el movimiento
empieza a separaros para siempre.

Ninguno de los dos hacéis ya nada
que impida lo que es inevitable.

Con el ruido del tren y el traqueteo
supones que pensabais en lo mismo:
que fue un vano espejismo,
que fue un sueño.

(Álvaro Valverde)

De un viajero
Quise volver de donde no se vuelve.

Si el viaje duró lo que dura una vida,
fue el destino culpable.

Nada hice que hoy me recuerde el pasado.

Una bruma extravía los mares que cruzara
y en el puerto se cubren las balizas de sal.

De las ciudades guardo la nostalgia del límite
y ningún barco lleva el nombre de mi reino.

Demoré la llegada sin saber que perdía
esa clave dudosa que dibujan los atlas.

Sólo sé que fue inútil.

Viviré de olvidarme.

(Álvaro Valverde)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *