Algunos poemas
requieren espacio
alrededor de las palabras,
para que no se intoxiquen
unas a otras
de significados venideros.
El espacio es entonces
la base vital, el centro del poema
y, al mismo tiempo,
toda su amplitud.
Así entiendo yo la distancia
y su fascinante esplendor.
Pero entiende tú
que hay otros versos
que se mueren de espacio,
cuyas palabras prefieren juntarse
sin dejar resquicio para el papel,
hasta hacerse ilegibles para sí mismas
y vibrar colectivas en su tinta,
exclusivamente,
al ritmo
de una respiración entrecortada,
de algún orgasmo,
o de la siguiente asfixia.
Así entiendo el amor.