Y un tres de mayo de un año antiguo, se me ocurrió registrar mis renglones cortitos en la oficina oportuna. No sé si un ataque de vanidad o una manera de darlos por terminados y dejarlos descansar por fin.
Hacia allí me encaminé —con mis palabras encuadernadas por triplicado— a una hora relativamente decente. Reconozco, aunque ahora me parece un poco infantil aquel pellizco, que iba nervioso y muy emocionado.
No quiero estropear la escena que te estés imaginando desgranando aquí los detalles escabrosos. Solo diré que al final, por supuesto, hubo tasas y hubo sello.
También recuerdo muy claramente, aunque ahora me parece un poco infantil aquel pellizco, que ese día nadie me besó.
Firme aquí
Firme aquí,
por las dos caras
-y yo que pensaba
que todo tiene su cruz-,
el documento de haber
pagado las tasas,
dos grapas.Cientos de espirales
retorciéndose en una caja,
millones de palabras
desperdiciadas en tinta,
horas aprisionadas
entre cartones y polvo.Supongo que tú
estarías a esa hora en tu casa.
¡Si me hubieras visto!
Tan autor de nada
-quizá de algún sueño
roto, quizá autor de ese otro
que quisiera llegar a ser-,
tan día de la Cruz,
tan en Granada.Me noto con un nombre más viejo
que alimenta palomas informáticas
en un banco de papel.
Planto niños que escriben árboles
y cumplo con la parafernalia
de parir un libro.Me noto con un nombre más viejo
jubilándose de aquello
que nunca fue.Francisco José.
¡Qué raro me siento
con este nombre tan viejo!¡Qué silencio de oficina
suena ahora en las teclas
mientras las pulso!Siento el dolor de mi pobre anónimo
que ahora agoniza oculto
aplastado por un sello.(Francisco Pérez)

L’encre de tes yeux (Francis Cabrel, Fragile, 1980)