Cuchara de madera

Tienes razón. Duele tu ausencia
y cuesta mucho respirar
aquí sentado en el sofá
de una vida común y corriente
completamente desamueblada.

Como duele esperar tierra adentro
que suba la marea o que explote
una ventisca en mitad de esta nada,
cuando una y otra vez me atacan los lunes
con su típico pellizco en el estómago.

Ahora no puedo verte, quizá esta tarde,
qué lástima de crema, se me hace muy largo
el crepúsculo de las películas
y odio la cena expuesta a los pies
del telediario de las nueve.

El corazón se me ha quedado sin cobertura
y un ventilador inexorable gira sobre mi cabeza
removiendo el aire que me cuesta respirar;
porque tu ausencia duele, arrasa,
pero lo que más duele no es tu ausencia
sino tanta razón, tanta sensatez,
tanta paciencia,
duele esta vieja cuchara de madera
a la que nos agarramos como si estuviera ardiendo,
como si fuese el único trofeo
que pueden ganar los que pierden.

CINÉREA
Me hablan de la vida
como si tuvieran sus llaves
y estuviera aparcada cerca de aquí.

Me cogen las manos y me las sueltan.

Temen que en algún momento me levante
anunciando que voy a buscar algo,
porque en todos mis cajones,
en todos mis armarios,
hay muertos.

Mis manos son
de la misma materia de lo que tocan:
mis manos son de ceniza.

Por eso quienes me visitan
se despiden de mí sólo de palabra,
sin estrechármelas entre las suyas.

Por eso se despiden de mí.

(Elena Román)

Drexler tiene razón

Algunas copas están rellenas con tus senos, en otras gira suavemente el vino. En otras imagino helado de fresa y chocolate, en algunas más, cualquier líquido que pueda reflejar un cielo estrellado a la luz de las velas. Conozco otras copas en las que escuchar el viento ululando cuando me abraces.

Pero Drexler tiene razón, para llenar una copa, primero hay que dejarla vacía, quitarle el aire que contiene por defecto y cambiarlo por el líquido en cuestión. El pasado no se va solo, hay que irlo llenando de presente.

Agitas el mundo sin romperlo, enciendes espirales en mis sueños, salta la espuma a mi alrededor. Drexler tiene razón cuando te llama remolino, cuando dice que sentirte latir ya es un gran suceso. Porque la fuerza de la ternura puede abrir cualquier armadura, porque la vida consiste en irse pasando de la raya, Drexler tiene razón cuando dice que en el mar abierto cualquier dirección es posible.

Yo ya no digo nada si no te lo digo a vos, dice Drexler en una hermosa balada, y yo digo que tiene razón. Como tiene razón cuando dice que no me siento cualquiera cuando me tocan tus manos.

Drexler tiene razón, una bonita voz y canciones muy hermosas. Espero que me perdone que me haya perdido en ti mientras él te cantaba.

COMÚNMENTE ES ASÍ
El amor le es dado a cualquiera
pero…

entre el empleo,
el dinero y demás,
día tras día,
endurece el subsuelo del corazón.

Sobre el corazón llevamos el cuerpo,
sobre el cuerpo la camisa,
pero esto es poco.

Sólo el idiota,
se pone los puños,
y el pecho lo cubre de almidón.

De viejos se arrepienten.

La mujer se maquilla.

El hombre hace ejercicios con sistema Müller,
pero ya es tarde.

La piel multiplica sus arrugas.

El amor florece,
florece,
y después se deshoja.

(Vladimir Maiacovski, Amo, 1922) (versión de Lila Guerrero)

ESTO ES MI CUERPO…
Esto es mi cuerpo. Aquí
coinciden el lenguaje y el amor.

La suma de las líneas
que he escrito ha dibujado
no mi rostro, sino algo más humilde:
mi cuerpo. Esto que tocas es mi cuerpo.

Otro lo dijo
mejor. Esto que tocas
no es un libro, es un hombre.

Yo añado que esto que te toca ahora
es un hombre.

Soy yo, porque no hay
ni una sola sílaba que esté libre de amor,
no hay ni una sola sílaba
que no sea un centímetro
cuadrado de mi piel.

En el poema soy acariciable
no menos que en la noche, cuando tiendo
mi sueño paralelo al sueño que amo.

No mosaico, ni número, ni suma.

No sólo eso.

Esto es una entrega. Soy pequeño
y grande entre tus manos.

Ésta es mi salvación. Éste soy yo.

Este rumor del mundo es el amor.

(Juan Antonio González Iglesias)