Viaje

Viajar deshaciendo los nudos es hacer garabatos
en un aire lleno de humo y ventiscas,
desterrar la transparencia de las ventanas
con el ritmo de la lluvia en el desierto,
aliñar la conciencia con vinagre,
caminar sin moverte de tí mismo.

Viajar desmembrando las telarañas de la memoria
significa sufrir los mosquitos
de un viejo pantano de rodillas inmersas
en otro fango más espeso; o arder
en llamas antiguas con los soplos
de un aire nuevo, arrugarse
frente al paso de los días
y rogarle al color de las pastillas
que traigan un sueño.

Pero después, cuando la madeja se deje
atravesar por la luz, cuando el guiño
se convierte en meta y la memoria
barra los mosquitos de la piel intacta,
cuando las cenizas curen las rodillas
y el aire estire las noches templadas
como luz que se derrama de una farola,
podremos tirar las pastillas al pantano
y serán los otros mundos invisibles
los que viajen partiendo de mí
hacia tu trayectoria.

PUNTO DE PARTIDA
Tú vienes de otra parte, yo vivo en otra época,
y ahora estamos en tierras que, al ser tierras de nadie,
nos sugieren espacio y aventuras, regreso.

Tú quisieras quedarte, yo pensaba emigrar,
pero sólo miraba los horarios o el rumbo
de los barcos que nunca fondearon aquí.

Me sentaré a tu lado, me dormiré contigo,
pues quedarse contigo es marcharse muy lejos:
tu mirada me aparta de este clima cerrado,
tus palabras me dicen aquello que no dije.

(José Carlos Rosales, Poemas a Milena, 2010)

Falta de vocabulario

(Escenas de la película — Still Life)

Falta de vocabulario

Comencé una caricia el jueves por la tarde

JOSÉ CARLOS ROSALES

Qué ternura, o quizás no sea la palabra,
discutir sobre colores por teléfono,
planear la vida próxima, el siguiente agua,
rodar entrelazados sobre un texto
como si fuese una suave cuesta
o una cama,
caminar sin rumbo por la casa
buscando el rincón donde sentirse más cercanos,
mirar al infinito mientras se le habla
a las paredes.

Quizás ternura no sea la palabra
y haya que inventar un gesto alternativo,
un color luminoso, una nota musical nueva,
otro concepto de silencio.

Qué ternura, aunque quizás no sea la palabra,
combatir el frío de las noches
rozando espalda contra espalda,
bendecir alguna tarde desastrosa
con una caricia tuya impúdica y osada,
pulsar con locura el timbre de la alegría
y aparcar el mundo en el cruce de un beso
con la calle Ganivet.

Si al final resulta
que ternura no ha sido nunca la palabra,
perdóname esta falta mía de vocabulario
a la que tengo que agradecerle
que te vayas dejando enredar
en la médula de los poemas,
sobre el corazón de la memoria,
en el centro de mi vida.


CARICIAS CRUZADAS
Comencé una caricia el jueves por la tarde,
pero sonó el teléfono, llamaron a la puerta,
la caricia se quedó aplazada.

También otras caricias quedaron en suspenso
para seguir más tarde, después, al día siguiente:
las caricias se enredan, las que están acabando
con las que empiezan hoy, aquellas que se alargan
ocupando semanas con aquellas que duran
décimas de segundo.

Contigo las caricias empiezan, no se agotan,
nunca acaban, parecen
conversaciones que se cruzan,
palabras que nos llevan.

(José Carlos Rosales, Poemas a Milena, 2010)

Falta de vocabulario

Comencé una caricia el jueves por la tarde

JOSÉ CARLOS ROSALES

Quizás ternura no sea la palabra
y haya que inventar un gesto alternativo,
un color luminoso, una nota musical nueva,
otro concepto de silencio.

Qué ternura, aunque quizás no sea la palabra,
combatir el frío de las noches
rozando espalda contra espalda,
bendecir alguna tarde desastrosa
con una caricia tuya impúdica y osada,
pulsar con locura el timbre de la alegría
y aparcar el mundo en el cruce de un beso
con la calle Ganivet.

Si al final resulta
que ternura no ha sido nunca la palabra,
perdóname esta falta mía de vocabulario
a la que tengo que agradecerle
que te vayas dejando enredar
en la médula de los poemas,
sobre el corazón de la memoria,
en el centro de mi vida.

CARICIAS CRUZADAS
Comencé una caricia el jueves por la tarde,
pero sonó el teléfono, llamaron a la puerta,
la caricia se quedó aplazada.

También otras caricias quedaron en suspenso
para seguir más tarde, después, al día siguiente:
las caricias se enredan, las que están acabando
con las que empiezan hoy, aquellas que se alargan
ocupando semanas con aquellas que duran
décimas de segundo.

Contigo las caricias empiezan, no se agotan,
nunca acaban, parecen
conversaciones que se cruzan,
palabras que nos llevan.

(José Carlos Rosales, Poemas a Milena, 2010)