Volver a empezar

Desde la primera vez que escuché la canción, adiviné que necesitaba escribir todo lo que he escrito. Las siguientes veces, detenido sobre las rimas de su letra, creí entender el motivo de tal necesidad, aunque ahora sospecho que sólo entreví una de las mil caras del prisma.

Sucede, y ahora lo sé — quizá entonces también lo sabía, pero no quería creerlo–, que ningún efecto tiene una sola causa, que toda causa produce residuos; que ambos, causa y efecto, intercambian sus papeles en la química del corazón y en la mecánica de la cabeza.

Que de tanto mirar las estrellas por el telescopio para soñar con el sur, se olvida la mano que siempre coge el teléfono; que tanto aguzar la vista sobre el horizonte y sobre la utopía, disipa el efecto del párrafo cotidiano contado entre risas; que el ruido de las tareas que uno tiene apuntadas en la lista estropea la melodía de cualquier canción.

Que cuando la agenda se agita, las primeras en caer al suelo, para todos, siempre son las mismas citas. Que si lo difícil se olvida al conseguirlo, lo sencillo se convierte en rutina. Que el roce, al mismo tiempo, alimenta el afecto y lo destruye. Que es de aquellas mariposas del estómago de donde vienen ahora los gusanos.

Y que la distancia es el olvido. No te creía, pero ahora sí, lo confieso. Aunque seguimos sin estar de acuerdo: porque tú cantas que los kilómetros son la sustancia del olvido, pero yo afirmo, rotundamente, que los asesinos de la memoria son los milímetros.

Entre el horizonte y el sofá, entre la realidad y la ilusión, entre mi idioma y el tuyo, he perdido el sitio. Y lo ando buscando otra vez por aquí, en este modo de encontrar palabras que decirte al oído.

No sé si lo conseguiré, pero espero poder volver al origen, a empezar por el principio, repitiendo lo primero que dije hace 100 textos: que, sin ti, ya no me gusto.

Quiero escribir palabrasquedecirtealoído para que me inventes bien, no vaya a ser que, luego, también deje de gustarme yo, contigo.

No rechaces los sueños por ser sueños…
No rechaces los sueños por ser sueños.

Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.

La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.

Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.

La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
”Yo soy el sol, los cielos, el amor.”
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.

Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.

Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.
(Pedro Salinas)

Ni uno menos

Supongo que te la debía, que aún te la debo. Supongo que te la debo porque me gusta deber, porque debo gustar, porque tener deudas contigo es el saldo más positivo de haberse encontrado.

Puede que el alcalde no me pague, o que el maestro me oprima con su reprimenda cuando no le salgan las cuentas al pasar lista.

Puede ser mi orgullo de no perder, mi sinrazón de querer llevarla siempre, mi soberbia de creer cuál debe ser tu camino correcto.

Incluso podría ser lástima de una madre enferma y postrada, de una economía inútil, de saber acerca de la ruina y la miseria.

Pero creo que no, que es más sencillo, mucho más sencillo, tan sencillo -y a la vez tan difícil- como decir que te quiero.

Dejarlo todo, colarme en el autobús, buscar dinero, andar kilómetros de desierto, entrar en la marabunta, y todo, aun después de haberte castigado, haberte perseguido, haber desconfiado, haberte odiado, tal vez.

Porque soy obstinada maestra que se cree los cuentos que te explica, porque pretendo todos los días encontrar agujas de oro en pajares imaginarios, porque sostengo que tal vez tenga una luz que te alumbre un instante de tu vida.

No comer, escribir cien carteles, luchar contra el desánimo y el cansancio, asomarme al altavoz, preguntar a todos los hombres con gafas, vivir sin carnet de identidad.

Porque llevo buscándote tanto tiempo que no puedo evitar llorar delante de la cámara, porque no quiero volver con las manos vacías a la rutina, porque encontrarte no es el principio del amor, sino su desenlace.

O dime, acaso, contesta tú sin que nadie te mienta… ¿quién movería por ti trece mil ladrillos y andaría ochenta kilómetros y dormiría noches en la calle y removería el corazón de los hombres de la televisión?

Si tienes nombres temblando en la boca de la respuesta, grábatelos en la memoria y dibújales al lado un corazón con tizas de colores, porque sólo puede ser amor lo que tanto los mueve.

Y ahora miéntete un poco y respóndeme cuántos ladrillos moverías tú…

Por supuesto que no hace falta que respondas, ya imagino el número. No obstante, todavía te la debo.

Nos teñiremos pelos, almas y corazones.

Juraremos amor eterno si es preciso
para ser algo más felices un instante.

Ni la mejor mentira, amor, es la verdad.

(Ivan Tubau)

Cosas en común
Habernos conocido
un otoño en un tren que iba vacío;
La radiante, aunque cruel
promesa del deseo.

La cicatriz de la melancolía
y el viejo afecto con el que entendemos
los motivos del lobo.

La luna que acompaña al tren nocturno
Barcelona-París.

Un cuchillo de luz para los crímenes
que por amor debemos cometer.

Nuestra maldita e inocente suerte.

La voz del mar, que siempre te dirá
dónde estoy, porque es nuestro confidente.

Los poemas, que son cartas anónimas
escritas desde donde no imaginas
a la misma muchacha que un otoño
conocí en aquel tren que iba vacío.

(Joan Margarit)

Groenlandia
Todas las secuencias han llegado a su conclusión,
el tiempo no puede esperar. Atravesaré el mundo
y volando llegaré hasta el espacio exterior.

Y yo te buscaré en Groenlandia, en Perú, en el Tibet
en Japón, en la isla de Pascua. Y yo te buscaré
en las selvas de Borneo, en los cráteres de Marte
en los anillos de Saturno.

Cruzando amplios mares, escalando altas montañas,
descendiendo los glaciares. A través del desierto,
las junglas y los bosques, quizás te encuentre alguna vez.

Sin ti, ya no me gusto

Tengo la sensación de que siempre vas por delante, que no me planteo las cosas hasta que tú no me las cuentas. Que tú ves los estrenos y yo la reposición.

Esa sutileza con la que miras el mundo me parece maravillosa. Me asombra no entender el cuadro hasta que tú no me desvelas el nombre de los colores que no he sabido descubrir.

Vivo en el asombro desde hace muchos poemas. Podría decirse que escribo desde la admiración, desde el estupor de creer que soy quien deslía nudos que no conocí hasta que no me mostraste los cabos sueltos.

Es hermoso tenerte por delante, alumbrando, ajustándote a la torpeza de mis pasos, que quién sabe hacia dónde me llevan.

¡Qué sería de mí sin ti!

Y cuando digo eso, lo entiendo del todo, sé lo que digo. Entiéndeme también tú. Claro que podemos vivir sin poesía, incluso ser felices de algún otro modo.

Pero no todo da igual. Sin ti yo sería más torpe, más mediocre, el camino sería más oscuro, el amor más ruin, el tiempo más monótono.

Entiende que, sin ti, ya no me gusto.

QUISE

A Susana Rivera

Entré en tu cuerpo lleno de esperanza
para admirar tanto prodigio desde
el claro mirador de tus pupilas.

Y fuiste tú la que acabaste viendo
el fracaso del mundo con las mías.

(Ángel González)

QUIÉN ALUMBRA
Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.

Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.

(Alejandra Pizarnik)