
Algunas veces es díficil encontrarle algún sentido a la vida. Te tiras por el puente como esperando que debajo del agua todo esté más claro.
Huir o volver, no parece abierto ningún otro camino. Entre tanto, los rostros se van perdiendo en la memoria en un proceso que desgarra.
Volver a la universidad, a la vieja casa, al restaurante propio que te tenga la cabeza ocupada. O huir al nuevo, retomar la tesis abandonada.
Encontrar otro cuerpo que habitar o echar de menos el antiguo. No es que no se sepa qué camino tomar, sino que no se ve ningún camino.
La depresión es el estado natural del hombre consciente de sí mismo, cuya única cura estriba en la capacidad de soñar y en el alivio de olvidar. Ayer y mañana son días en los que no se puede hacer nada, es cierto, pero le prestan algo de sentido a lo que vivimos hoy.
Puede que no seamos capaces de contarlo, porque esperamos cosas sin nombre, sin fecha, sin documentos que firmar. Esperamos que alguien siga estando y que cada vez lo notemos más cerca, esperamos que las sorpresas de la vida nos alegren más de lo que nos entristezcan, esperamos poder contar este año que empieza cuando comience el siguiente, esperamos que haya algo que seguir esperando. Seguramente deseamos tanto, tan por dentro, tan difícil de expresar, que es como si no esperáramos nada.
Yo tampoco espero nada de la vida, Elly, nada que se pueda contar a un conocido al que no ves hace años. Es algo que uno siente dentro, como un murmullo intermitente que se enciende a ratos y a ratos se apaga y te ayuda a dormir por las noches.
Uno elige huir, la otra prefiere volver, dos formas de comenzar de nuevo. Quizás la clave no sea sino no dejar de empezar nunca.
Pero es que la depresión y la tristeza hablan idiomas extraños. Es muy difícil saber cómo se pronuncian las palabras mágicas para que surtan efecto, cual es el gesto que dispara el calor, cómo bailar la música con que laten unos corazones tan extranjeros.
Tractatus de amore
I
No digas nunca: Ya está aquí el amor.El amor es siempre un paso más,
el amor es el peldaño ulterior de la escalera,
el amor es continua apetencia,
y si no estás insatisfecho, no hay amor.El amor es la fruta en la mano,
aún no mordida.El amor es un perpetuo aguijón,
y un deseo que debe crecer sin valladar.No digas nunca: Ya está aquí el amor.
El verdadero amor es un no ha llegado todavía…V
Aunque quizá todo esto es mentira.Y el único amor posible (entiéndase, pues el Amor con mayúscula)
sea un ansia poderosa y humilde de estar juntos,
de compartir problemas, de darse calor bajo los cubrecamas…Reír con la misma frase del mismo libro
o ir a servirse el vino a la par, cruzando las miradas.Deseo de relación, de compartir, de comprender tocando,
de entrar en otro ser, que tampoco es luz, ni extraordinario,
pero que es ardor, y delicadeza y dulzura…No la búsqueda del sol, sino la calma día a día encontrada.
El montón de libros sobre la mesa, tachaduras y tintas
en horarios de clase, el programa de un concierto,
un papel con datos sobre Ophuls y la escuela de Viena…Quizá es feliz tal Amor, lleno de excepcionales minutos
y de mucha, mucha vulgaridad cotidiana…Amor de igual a igual, con arrebato y zanjas, pero siempre amor,
un ansia poderosa, pobre, de estar unidos, juntos,
acariciar su pelo mientras suena la música
y hablamos de las clases, de los libros,
de los pantalones vaqueros,
o simplemente de los corazones…Aunque quizá todo esto es mentira.
Y es la elección, elegir, lo que finalmente nos desgarra.
(Luís Antonio de Villena)