Amor, letras y tiempos difíciles

Si pudieras, si encontraras la manera de avisar a tu yo de diecinueve años… ¿Qué le dirías? ¿Sobre qué error le advertirías, qué puerta le señalarías para que abriese primero, hacia qué clase de parabienes le pondrías en camino?

Es terrible esta sensación con que nos confunden, la de que tenemos que hacernos adultos cuando, sin embargo, nadie se ha sentido maduro jamás en toda su vida.

Escúchame, joven de diecinueve, no eres un borrador, nunca lo fuiste, sino el producto terminado que vive el momento exacto. Imperfecto, sí, pero original, irrepetible, incontestable. Permanentemente descolocado, pero en tránsito. Y dentro de treinta años, te sentirás igual, aunque tu cuerpo no reaccione lo mismo.

No debes saber lo que yo sé ahora porque no sé más que tú, porque cada quién es lo que aprende. Sigo sintiendo que tengo diecinueve, sigo pensando que mi cuerpo no me acompaña en el viaje, sigo necesitando más tiempo para avanzar que recuerdos a los que agarrarme.

Que no es que no haya lugares a los que llegar, que no es sólo que sea importante disfrutar del camino, sino que siempre quedan sitios más allá. Que he perdido, sí, pero que sigo temblando y temblar es sentirse vivo. Que amar es el asunto más importante, especialmente cuando llegan los tiempos difíciles. Y digo amar, y no digo ser amado, ni digo emparejarse.

Hay que vivir con curiosidad cada tiempo que nos atraviesa, muchacho, porque no se repetirá nunca. Hay que viajar sin prisa, muchacha, porque aunque la vida siempre se queda corta, todo acaba por ir llegando. Ahora empiezo a saber que todo llega, que nada se repite, ni siquiera la decepción o la nausea.

Y todo cansa, todo, abosolutamente todo cansa, lo nuevo es necesario, los secretos son imprescindibles, mudar de piel una vez al año, cambiar de concha en cada estación. Abrir una puerta es dejar mil cerradas para siempre. Mil, cien mil, un millón de puertas cerradas, no sirven para nada, no siquiera mueven el aire de los sueños. Sólo cuentan las que se abren y sólo cuando se abren, ni antes ni después.

Las letras, es verdad, no resuelven el mundo, las palabras no hacen la historia personal, siempre queda algo que decir, siempre está todo dicho, una palabra no mata tan deprisa como una bala, una frase no da el calor de un abrazo. Las letras son de aire, pero pueden conseguir que un instante sea más confortable y que escuezan menos las estafas de la vida.

Todo esto que te digo, te lo digo para mi satisfacción, no para que te sirva. Porque no eres un borrador, nunca lo fuiste, nunca lo serás. No eres un aprendiz, o al menos, no más que yo ahora.

Tienes que confiar en ti y pensar en una de las grandes verdades que se nos escapan cuando miramos la vida con lupa: que, al final, las cosas salen bien. Sufriendo más o menos, imposible calcular el dolor que a cada quien le cuesta, pero salen bien. Es imprescindible que salgan bien.

Para cuando lleguen los tiempos difíciles, recuerda que al final las cosas que salen, salen bien, y que salen bien porque salen. Que prisión es cualquier cosa de la que uno escapa, que la tristeza proviene de haberse sentido alegre.

Aunque para todos no sirven los mismos trucos, quiero que sepas que el amor está hecho de letras. Y es en los tiempos difíciles cuando con más intensidad hay que buscar las dos cosas, cuando más hay que buscarse uno mismo y darse por encontrado.

ELLA ES YO
Porque te conozco
porque adivino a qué horas
en qué rincón
porque te descubro leyendo las cartas
     tristes que te envío
los besos al mayoreo
los regaños que firmas con tu nombre
porque entiendo que no gustas de lavar
     un calcetín
y no de salir en las mañanas a comprar
     para el almuerzo
     el pan de ausencia que habrá de consolarte
porque un botón de la camisa que me pongo
     a diario
de la única camisa de hombre bueno
     que me queda
te hace llorar hasta el fondo de mí
y me hiere
porque estás conmigo
y sé lo que tú eres
me conozco
(Rogelio Guedea)

REMANSO
Tus ojos claros me convencen
y me convences tú que estás en ellos
yo que soy tus ojos
y que miro un rayo de luz que hay en ti
de esa luz que alumbra un rincón
una mesa donde se aman amor y desamor
el punto exacto del encuentro no por azar
     sino por cita previa
a tales horas
esa tuya luz está precisa siempre para alumbrar
     adioses    bienvenidas
para decimos claramente que es ahí ahí donde hay
     que poner los ojos
     para no perder rumbo y distancias
     auras    horizontes
por eso yo tus ojos soy
y por ti no pierdo ni un detalle
ni un suceso
ni un encuentro bueno o malo    en fin
porque tus ojos claros me convencen
tus ojos que me alumbran para verme desde ti
     en qué amor ando
     en cuál dolor
(Rogelio Guedea)

Confirmar el borrador

Estoy aquí liado, con la calculadora en una mano y el corazón en un hilo. ¿Me saldrá a pagar o a devolver?

La parte de las retribuciones no es que sea escasa, sino que me gustaría dar y tener mucho más. Bueno, ya se sabe, las crisis diversas, incluidas las de la edad. Nunca termino de acertar cuales son computables y cuales no.

¿Deducible? Jamás entenderé ese concepto porque, al fin y al cabo, somos intuición y, aunque muchas veces nos falla, las deducciones fallan exactamente igual. Gastos sí, muchos, aunque estaban en lo esperado. Afortunadamente, la saliva es barata y la tinta electrónica también. Los otros, los previstos y hechos con mucho gusto, no han sido tantos como hubiera querido tener.

No sé si lo computable tiene que ver con lo imputable o lo disputable, se parecen mucho las tres palabras. Digo yo que serán cosas del rendimiento neto, porque de bruto yo no tengo nada. Bueno, si acaso, un poco, sobre todo cuando me pongo a fantasear. Y es difícil de calcular esto del rendimiento, porque tiene su cuota estatal, del imponderable estado de las cosas, y su parte autonómica, de la autonomía de cada cual al valorarlo todo según su intrahistoria.

La base imponible es cero, porque adoro la libertad para dedicar el tiempo y no hay nada que imponer. En todo caso, un mínimo por contribuyente, porque si no se contribuye con dedicación, se está exento (según Ley 58/2003, Art 41, 42 y 43, apartado c) y siguientes) y no hay declaraciones que hacer.

El tipo medio lo tengo claro, todo el mundo sabe que lo soy, con mi cuota íntegra (más o menos reducida) y mi parte complementaria y liquidable de falta de sinceridad que, a veces, hay que someter a gravamen y reducirle la parte positiva del ahorro de malos ratos que pasar.

Lo de los donativos me pone malo. Odio esa palabra. Uno se entrega por gusto o no se entrega, ¡qué coño de donativos!

Recuerdo algunos intentos de autoliquidaciones antiguas, pero digo yo que ya habrán prescrito, nada de liquidar. Sublimar, sí, eso sí que lo intento siempre que puedo, pero no aparece en ninguna casilla. Tampoco, qué extraño, hay casilla para solidificar. Lo que sale aquí es lo de la deducción por la hipotética; pero mejor no pongo nada, que quién sabe lo que puede pasar.

La cuota líquida, bueno, por la parte autonómica hay de sobra, vamos, prácticamente todos los días. En cambio, la estatal es escasa, por las prisas, más que nada.

Ya sólo me queda resolver la cuota diferencial, pero el caso es que me encanta la diferencia. ¿Podríamos dejarla tal y como está? ¿Sí? Entonces ya tengo la declaración hecha.

Que conste que esto de tributar lo hago con alegría, con mucha alegría. Porque el amor, en lugar de un ejercicio de expectativas y memoria, debería ser siempre un borrador pendiente de confirmar.

Sólo me queda firmar electrónicamente el borrador y que me lo validen estos poemas.

AL FINAL

«Los ojos ven, el corazón presiente.»

Octavio Paz

Duele el amor si pasa
hirviendo por las venas.

Duele la soledad,
latigazo de hielo.

El desamor no duele. Es visita esperada.

No duele el desencanto. Es tan sólo algo incómodo.

Somos así, mortales
irremediablemente,
sin duda acostumbrados
a que todo termine.

(Irene Sánchez Carrón, Porque no somos dioses, 1998)

KNOCK-OUT
ella afirma que pertenece a la Iglesia Evangélica.

yo la creo.

me dice que debo unirme a su Iglesia.

toco su ronca boca y oigo su voz suave.

ahora intenta adivinar mi profesión:
¿eres marinero?
¿estás loco?
¿vendes cítaras?
yo no respondo.

vivo tan lejos de sus preguntas,
dentro de un corazón alquilado.

todas las mujeres son vuelos,
¿es ella un vuelo chárter
en un avión que se avería?
silbo mientras pienso la respuesta.

aquí no hay ventanas,
pero sé que llueve,
una lluvia triste como gallo sin cresta.

siempre agua,
jamás maná.me dice que silbo descaradamente mal.

estamos en la cama casi desnudos
(yo aún llevo mi camiseta o mi coraza.

y una medalla tapa un círculo
de su piel).

algo hay entre mis dientes.

no sé qué es,
quizá un último billete.

quizá una declaración de amor disfrazada de billete de mil.

ella está evangelizándome,
me dice que debo unirme a su Iglesia.

busco calma en su extraña fe.

ella tiene tantas almas como un noble ruso,
no dejaré que me salve hoy.mis garras acarician,
cuando me vaya de aquí
recobraré la felicidad de mis garras desgarrando la vida.

ella me mira,
yo numero sus lunares como antes numeré sus penas.

le digo que soy militar retirado con jugosa pensión,
finquita y Jaguar,
y ella me dice:
cierra la boca,
cielo,
yo soy una ciudad de chicas.

quiero amarla, quiero quererla.pienso en otra mujer,
me destruía sentada en un bidé.

ya no pienso,
ya no.

cojo un cigarrillo,
y mi mechero abre su ojo de llama.

ella ve cómo fumo nuestra pobre pipa de la paz.a las diez y cinco nos damos cuenta de que el Juego sobrevive.

  jugamos.

   la empujo
    y cae sobre la cama blanca como ermita.

      knock-out.

(Pedro Casariego)