La vida en un día

Saluda a mamá y apaga el incienso, desayuna huevos, afeítate por primera vez.

Esta es la hora en que la línea que divide los mundos se hace más delgada, abuela, quería decirte que soy gay y no sabía muy bien cómo te lo ibas a tomar.

Ella ha dicho que no, que no quiere nada conmigo. Es la hora de la siesta, cuando salgo de casa no sé si viviré para volver.

Lo que más temo es la muerte o las arañas, lo que más amo es a mi familia o a los gatos, lo que me levanta por las mañanas es una creencia que no siempre se cumple.

Mi padre cuida de mí y me trae la comida mientras me gano la plata. Es la primera vez que me afeito, doy gracias a quienes me cuidan en el hospital, quiero que por fin se reunan las dos Coreas, así se desayuna en Minessotta y he venido a Dubai para mandar dinero a mi familia.

Hoy no ha pasado nada extraordinario, pero quiero que el mundo sepa que estoy viva. Tú eres un pequeño milagro y te pareces a tu padre, en el estiércol las flores salen más hermosas, corramos a casa que va a empezar a llover.

Llevo mucho sin ver a mi viejo y quiero llevarlo a comer hamburguesas, estuvieron a punto de echarte del colegio, pero has conseguido graduarte. Esta es mi pistola, le echamos de comer a los cerdos, llevo mis ofrendas a Vishnú, empieza la jornada en el mercado de flores, voy a conseguir que el coronel haga el tonto para la cámara.

Me visto para la cita por skype con excitación, pero cuando se acaba no puedo evitar llorar. Mamá, no sirvió tu consejo y me ha dado calabazas.

¿Y si Dios no existiera y cuando nos muramos nos quedamos ahí, muertos, nada más? Dios tiene muchos nombres. Le temía al cáncer y lo tuve; luego temí que lo tuvieses tú, y lo tuviste.

Ya no le tengo miedo a nada. Aunque, ¿me véis?, así soy yo y eso es precisamente lo que más temo.

La vida, por dentro, como nos corre por las venas, es igual en todas partes.

Encuentro
Si la vida
nos regala otro encuentro
te dejaré ser tú
seré
sencillamente yo
Escucharé
la melodía
de tu música
y la mía
cuando se unan
(María Clara González)

Ruby Sparks

Se me quedan las manos frías en el teclado mientras te invento en palabras, mientras me voy inventando en proyectos de ser como nunca podré ser.

A ratos te quisiera dulce, a ratos frívola, a ratos te quisiera violentamente tierna. Cambiaría, con un par de palabras, todas tus lágrimas por una sonrisa, aunque, tengo que confesar, egoísta y avergonzado, que algunas de tus sonrisas las me alejan de ti más de lo que yo quisiera creer que creo.

Podría describirte en un párrafo aún más hermosa o pronunciar tus curvas con una retahíla de esos adjetivos que casi se mastican al leerlos en voz alta. Sin embargo, esa nunca fue tentación de estos dedos que noto helados sobre las teclas, sino más bien, deslizarse por la suavidad de los montes y encrucijadas de tu mapa.

Quizás movería el tiempo, aceleraría manecillas solitarias y pararía la arena de los relojes con un par de verbos lentos y participios sonrosados. O puede  -¿por qué no?-, que tapizara de rojo las paredes de algún capítulo desbocado y loco, en donde no quedara espacio para metáforas leves ni susurros.

Conocería tus respuestas por anticipado dictándotelas parapetado tras un párrafo, evitaría tus temores dándote a conocer tu propia valentía, me anticiparía a tus más profundos deseos y conseguiría cambiar en el calendario las efémerides íntimas para que siempre coincidieran en sábado.

Seguramente te haría feliz de vez en cuando -que es como hacerme feliz yo mismo- teniendo previstos los adverbios precisos, algún humor mágico y manipulando el diccionario para inventar vocablos nuevos de esos que tanto te hacen reír. O me inventaría para ti una cena con baile multitudinario contra la melancolía que envíe la vida y que sea imposible parar con versos ni con promesas.

Pero he dejado de creer en Serrat a pie juntillas y, aunque me sigue pareciendo fantástico que pudieras ser tal y como yo te he imaginado, estoy convencido de que lo verdaderamente deseo es que seas como quieras ser, que me quieras como quieras quererme y que me entiendas como quieras entenderme.

Y si no pudiera ser así, que la vida siga, lentamente, más allá, nadie sabe…

Las ventajas de ser un marginado

Adolescente y viejo son dos caras de la misma tristeza, cuando la invisibilidad nos separa del mundo.

Hace falta un espejo, deprisa, un espejo que nos permita vernos, una luz que nos ilumine, una voz que no pase de largo y se nos quede grabada dentro la como banda sonora de un corazón que parece inexplicable.

Se olvida que tuvimos dieciséis cuando cumplimos los diecisiete y así sucesivamente van descarrilando vagones del calendario y quedando atrás en llamas.

Pero este momento, cuando la miro y veo lo preciosa que es, cuando sus brazos me envuelven y la noche tiene el tacto de una piel desnuda y el tiempo pesa lo que una cabeza sobre mi hombro, puedo jurar que estoy vivo, que me siento infinito, que no soy la anécdota que se cuenta en una noche de parque bajo las estrellas.

Aceptamos, seguramente, el amor que creemos merecer, el que conocemos, el que somos capaces de entender. Y cuando dejamos de merecerlo, de conocerlo o de ententerlo, un vacío muy hondo y muy ancho nos abre desde la boca del estómago hasta el túnel sin luces en el que acabamos entrando.

No somos supervivientes, somos héroes de una historia que se vuelve sepia y descolorida. Somos héroes si, al recordar todo lo perdido, nos damos cuenta de que esto no es sino otro principio.

¿Dónde se quedaron los amigos? Aquí dentro, ahí fuera, sobre el espejo en que nos miramos y nos reconocemos el día después de la víspera.

Somos héroes aun sabiendo que no podemos salvar a nadie, excepto, quizás, a nosotros mismos; y sólo por hoy.

Imaginar los sitios posibles donde estabas…

…en un rincón del año…

Supongo que también te dejarán a ti
este mismo vacío,
esta impaciencia por estar sin nadie
mientras se nos olvida
todo el calor que duele de olvidado.

El naufragio es un don afín al hombre.

Después de que sucede
suelen tener las huellas
esa incomodidad que tienen las mentiras,
el recuerdo es un dogma,
la soledad el pecho que tú me acariciaste.

Pero cambiando de conversación
el tiempo -buen amigo
que deforma el pasado como el amor a un cuerpo-
hará que cada día no parezca un disparo,
que volvamos a vernos una tarde cualquiera,
en un rincón del año y sin sentir
demasiada impotencia.

Será seguramente
como volver a estar,
como vivir de nuevo en una edad difícil
o emborracharnos juntos
para pasar a solas la resaca.

Igual que quemaduras debajo de los dedos,
en un segundo plano
seguiremos presentes y esperando
ese momento exacto del náufrago en la orilla,
cuando al salir del mar
me escribas en la arena:
«Sé que el amor existe,
pero no sé dónde lo aprendí».

(Luís García Montero)

Crazy, stupid, love

Oye, mira… ¿estás?… Perdona si te interrumpo, ya sé que no son horas. Si estabas soñando algo bonito, sigue, no leas esto, lo mío no corre prisa. Además, se queda aquí escrito para cuando quieras y puedas mirarlo un ratito.

Si no es nada importante, o yo qué sé, a veces me siento un poco tonto diciéndote estas cosas, porque, qué pensarás de mí, que estoy como un cencerro o que soy muy pesadito. Es sólo que tengo una duda que te quería comentar.

Y he pensado en contártela a ti porque alguna vez me dijiste que te pasaba algo parecido, ya sabes, la confianza, que da asco. También he pensado en ti porque tú me lo explicas todo con mucho interés y porque sabes entenderme. No sé cómo has aprendido porque ni siquiera yo me entiendo algunas veces, pero tú, a pesar de que eres impaciente, respiras hondo y me cuentas cosas de tu vida hasta que consigo ver clara la mía, porque la vida de los demás es la vida.

Pues eso, si es que es una tontería… Verás… Alguna vez me has dicho que echabas mucho de menos a alguien, ¿no? Bueno, el caso es que a mí me pasa eso continuamente y ando como ido, como ausente por la casa.

Por ejemplo, me pongo a pelar patatas (ya, ya, si es que esto tiene poco de romántico, pero déjame que te lo cuente), y, cuando me descuido, noto que me sobreviene de ninguna parte un beso que me explota en la boca y me llega hasta el fondo de la garganta.

O paso al salón y mientras le empujo a la puerta dejando resbalar la mano, me parece notar como si la dulzura de un vientre me acariciara los dedos. Y entonces me da calor y me da frío, y tengo que echar otro leño al fuego o salirme al patio a considerar el cielo estrellado como un techo infinito.

Lo he buscado en google, pero no consigo nada. A lo más que llego es a encontrar películas porno o me quedo colgado en la página de alguno que vende esquizofrenias en verso. Pero no hallo respuestas, sólo preguntas que me dan vueltas en la cabeza hasta que el mundo se pone verde y tengo que meter la primera. Y entonces me sorprendo y me digo, ¿a qué venía yo aquí, que no me acuerdo?

Tú has visto más mundo que yo, que aún ni he salido del mío, dime, si es que es eso lo que a ti te pasaba, dime, anda, por favor. Una ausencia que nunca se acaba, un beso que nunca llega, una voz que no se oye, unas manos que no se entrelazan… 

No, si ya estoy seguro de que tiene que ver con el amor, si no es el amor mismo o unos aledaños ansiosos. Lo que quiero saber, o sea, lo que quiero preguntarte, si es que a ti te pasaba… ¿Qué hizo tu quién, qué ha hecho mí quién para meterse tan adentro?

Dime, ¿es verdad que el amor es una estafa mutua, que no existen las almas gemelas, que nada existe para siempre, que querer no es poder y que mil palabras valen más que una ausencia?

Si no tienes respuesta, no importa, realmente no importa porque a estas alturas ¿qué más da? No te entretengo más, sólo me queda la penúltima confesión: mientras te escribía a ti, estaba pensando en ella. Puedes enfadarte conmigo con razón.

Resumen de un hueco
Las cosas que estarás haciendo, la ropa
que llevas puesta para andar por la casa,
el desolado acertijo resuelto de las horas
a las que te asomas por una ventana,
aquel ruido antiguo de tus tacones
cuando te trajeron aquí con el propósito,
con el intrépido deseo de estar sola
en el centro del salón en el que están todos,
la impaciencia de sábanas encendidas que solo soportan
la mitad de lo que pesa este sueño rojo,
tus manos marcando las contraseñas de la sombra
cuando el calor pasa factura a nombre de otro,
los párpados entornados a la luz de la pantalla,
tu boca mordiéndose ligeramente los labios
para amortiguar el impacto de un vocabulario remoto,
el tacto húmedo en las piernas que el ordenador no enjuga
y el roce sinuoso de la luna de tus dedos por mis teclas.

Esta es la respuesta, el resumen de un hueco,
el diagnóstico de un silencio dentro de una cabeza,
cuando, tal vez, me quede un momento callado
y tú, impaciente, me preguntes: «¿En qué piensas?».

(FJPR)

Magical girl

Ya sé que no te importa el vestido, pero a mí sí. Estoy en horas bajas, me pesa la tristeza y tengo que empeñarme en algo.

Una buena persona es aquella a la que no se le ha presentado la oportunidad de ser mala. Por eso sé que lo soy, porque estoy dispuesto a sacarle la pasta a esta tía loca.

Y si ella se tiene que meter en la habitación del lagarto negro, pues allá ella. Pero yo necesito el vestido para ser bueno, aunque para ser bueno tenga que ser malo.

Todo el mundo tiene su precio, y todo el mundo entiende la gratitud de distinto modo. Y aunque no quiero encontrarme a Bárbara, si me la encuentro haré cualquier cosa por ella.

Supongo que no importa el vestido, ni el cetro, que lo importante es pasar más tiempo contigo, pero es que tengo que ser tu héroe.

Porque amar requiere ser amado, porque sentirse admirado es el combustible del motor, porque dar es la clave para recibir sin sentirse incómodo, sin ir a remolque ni recogerse la autoestima a la altura de los tobillos.

Los seres humanos esperamos de los otros, pero sobre todo, esperamos que esperen de nosotros lo que creemos que esperan. Sólo las expectativas cuentan, los actos se agotan en el presente y mueren en la memoria.

Puedo entender lo que dices -a veces no lo consigo, lo confieso-, pero si no hago lo que esperas que haga, nunca me sentiré en paz contigo. Y tú puedes entender lo que digo y yo no siempre consigo adivinar qué es lo que esperas de mí.

Por eso, cuando se vive en deuda, es imprescindible el vestido, del mismo modo que para ser bueno deprisa es imprescindible ser malo.

Desgraciadamente ocurre que desde el blanco hasta el negro hay un largo camino de grises lleno de recodos y dudas y vestidos a los que aferrarse.

El pozo salvaje
Por más que aburras esa melodía
monótona y brumosa de la vida diaria,
y que te amansa;
por más lobo sin dientes que te creas;
por más sabiduría y experiencia y paz de espíritu;
por más orden con que hayas decorado las paredes,
por más edad que la edad te haya dado,
por muchas otras vidas que los libros te alcancen,
y añade lo que quieras a esta lista,
hay un pozo salvaje al fondo de ti mismo,
un lugar que es tan tuyo como tu propia muerte.

Es de piedra y de noche, y de fuego y de lágrimas.

En sus aguas dudosas
reposa desde siempre lo que no está dormido,
un remoto lugar donde se fraguan
las abominaciones y los sueños,
la traición y los crímenes.

Es el pozo de lo que eres capaz
y en él duermen reptiles, y un fulgor
y una profunda espera.

En tu rostro también, y tú eres ese pozo.

Ya sé que lo sabías. Por lo tanto,
Acepta, brinda y bebe.

(Carlos Marzal)

El amor es extraño

Cuando se llora por la ausencia de un cuerpo doméstico desaparecido del propio tálamo, el amor es extraño.

Cuando se discute contra un familiar adolescente por la cantidad de arte que tienen tus cuadros, el amor es extraño.

Cuando te invita a rezar la misma persona que te despide de tu trabajo, el amor es extraño.

Cuando no hay sitio para dos, cuando el lugar de cada uno es tan escaso que se estorba, cuando el teléfono es el cordón umbilical y la ciudad se hace tan grande que desespera, el amor es extraño.

Y es una anónima la que cierra un final que se abre, y es un muchacho ajeno el que porta el último recuerdo, y es un completo desconocido el que ofrece hogar. Y son los libros franceses los que desatan la catástrofe minúscula de la ira, y un paisaje hacia el este se queda atrapado en la tela, y un corazón es lo que se parte en mitad de una fiesta.

Cuando la despedida se atranca en plena boca de metro, el amor es extraño. El odio, en cambio, es mucho más sencillo de entender.

Y es un recuerdo lo que queda, lo poco que queda, de un amor que es extraño, que siempre es extraño. Especialmente extraño cuando me miro aqui solo escribiendo delante de este invento y no consigo dejar de echarte de menos.

Quizá es que el amor, el amor común y corriente, nos resulta familiar en el principio y, más tarde, cuando los cuerpos se acostumbran a dejar de ser invitados, el amor resulta un huésped extraño porque se va acercando hacia un no tener final más digno que su comienzo.

Y mucho, muchísimo más esta semana de flores y bombones de doble filo.

Las mujeres y las armas
II

Lo expresa una palabra: desencanto.

Ningún dolor concreto o abandono,
más bien esa actitud que a su partida
el dolor nos contagia:
cierta desconfianza y un asombro
extraño ante la dicha.

Que en el amor no sean
las palabras tan sólo lo gastado,
pues como en un poema que pretendo feliz
y me traiciona, en él he perseguido, siempre,
algún final más digno a sus comienzos.

En la desposesión que se repite
ya lágrimas no encuentro,
una resurrección, ninguna muerte
pudiera todavía emocionarme,
pues somos la costumbre del fracaso.

Pero yo sé que habrá, de vez en cuando,
algún modesto obsequio de los días:
alcohol y noches, tangos, libros, cuerpos,
o quizá el verso hermoso que hoy me huye:
escudo ante las llamas, armas blancas
contra el devastador ejército del tiempo.

(Vicente Gallego)