Paraíso

En el centro del paraíso, oculta tras un atardecer sonrosado, está la puerta del infierno. A un paso de la primavera se esconde el invierno que amenaza granizo.

A un milímetro de tu piel acecha tu ausencia hecha kilómetros. En el mínimo espacio que separa el pronombre te del verbo quiero, sucede el más amargo desconsuelo, real o figurado.

Es cierto que hay un espacio en el que no sabemos si está lloviendo afuera y no importa. Pero es tan frágil la burbuja que lo envuelve que nunca nos la creemos, como si lo que pasa dentro se transfigurara en una mentira de jabón que nos salpica al romperse.

Ni siquiera aquí, en el rectángulo de las palabras, está el cielo libre de un… —perdona, pero tengo que hacer una llamada—… y ahora ya no sé por donde iba.

Supongo que iba a hablar del miedo, del miedo como un vértigo que te empuja hacia el abismo que hay escondido en algún grano de arena de cada playa.

Todas las veredas bordean el mismo precipicio, el tiempo es infinito aunque nos pase por encima como una losa y nunca habrá paz para los malvados que tienen la soberbia de no pedir nunca lo que siempre están deseando de esa boca.

El despertar

Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.
En mi mirada lo he perdido todo.
Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

(Alejandra Pizarnik, Los trabajos y las noches,1965)

El paraíso (Mikel Izal, El miedo y el paraíso, 2023)

Otros textos más lejanos sobre paraísos o no:

Adios, Mr. Williams

Ahora que me voy a Nueva York, podría decirte que quizás nunca sea tarde para vivir la vida que realmente quieres vivir. Podría ser la verdad o sólo otro puñado de mentiras.

No puede ser que no sea nada, no me lo creo. Te conté mi infancia y mis secretos, me hablaste de tu madre, ¿cómo es posible que puedas tener sexo y no me dejes abrazarte?

He perdido a mi mujer por ti, el empleo, la simulación que me ha costado crear sesenta años.

No puede ser que no sea nada, no me lo creo. Te he lavado la ropa y te la he planchado, he escuchado tus bobadas, he aguantado tu frialdad, ¿qué vas a hacer sin mí?

Contra la violencia no basta el dinero, contra los recuerdos no es suficiente un ataque al corazón, contra el vacío no sirve disimular que no miras el móvil a cada cinco minutos.

No puede ser que no sea nada. ¿No vas a hacer nada para que funcione? No funcionó desde el principio, nunca ha funcionado. Pero mi vida ha cambiado hacia nadie sabe quién.

No puede ser que no sea nada, Mr. Williams, otra historia más de homosexuales, otro capítulo de la amargura, otro episodio de la casualidad, otro espectáculo del rencor y del deterioro. No puede ser que no sea nada.

Cuando se pone todo, no puede ser que no sea nada para quien lo pone. Muchas gracias por todo, Mr. Williams, Jack, Profesor chiflado, Patch, Peter Pan, Señora Doubtfire, Cadillac Man, Hombre bicentenario, Garp, El hombre más enfadado de Brooklyn.

Nos vemos Más allá de los sueños, en algún Despertares, dando los buenos días a Vietnam, en una Jaula de grillos, recitando en el Club de los Poetas Muertos o enredados en la Memoria de los muertos.

Ha sido mucho.

Mucho más allá
¿ Y si nos vamos anticipando
de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?
¿Y qué?
¿Y qué me das a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia
en épocas remotas, cuando yo no era yo
sino una niña engañada por su sangre?
¿A qué , a qué
este deshacerme, este desangrarme,
este desplumarme, este desequilibrarme
si mi realidad retrocede
como empujada por una ametralladora
y de pronto se lanza a correr,
aunque igual la alcanzan,
hasta que cae a mis pies como un ave muerta?
Quisiera hablar de la vida .

Pues esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados , este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
«¿es que yo soy? ¿ verdad que sí ?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?».

Y con las manos embarradas
golpeamos a las puertas del amor.

Y con la conciencia cubierta
de sucios y hermosos velos,
pedimos por Dios.

Y con las sienes restallantes
de imbécil soberbia
tomamos de la cintura a la vida
y pateamos de soslayo a la muerte.

Pues esto es lo que hacemos.

Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza.

(Alejandra Pizarnik)

Diez mandamientos

Encontrar otro modo de ver como pasan los días. Cambiar de libro la contabilidad y anotar en ella sólo los abonos, ignorando lo que cuesta conseguirlos.

Inventar cada día al menos una frase que contenga virtudes del otro, ignorando que todo será mentira tarde o temprano.

Saludar con alegría, poner entusiasmo en las horas comunes, sacudirse la pereza y expulsarla del sofá, ignorando que toda rutina primero pareció maravilla.

Añadir al vocabulario las palabras que alguna vez nos salvaron la vida y volverlas a poner de moda, ignorando que las medicinas pierden su efecto si se toman en demasía.

Equivocarse por exceso, decidir en primera persona, ignorando que tal vez el otro no sea capaz de oponerse.

Dividir las respuestas en síes y noes, desterrar los «me da igual», los «como quieras» y la tibieza, ignorando que tal vez, una hora más tarde, haya que desdecirse y dar marcha atrás.

Pedir explicaciones y pedir que no sean largas, ignorando que posiblemente todo el mundo se pone a la defensiva.

Cambiar las horas jazztel por minutos del brillo de la piel a la luz de telecinco, ignorando la incomodidad y el regreso solitario.

Agradecer al pasado que haya pasado, agradecer el presente justo cuando está sucediendo, confiar en lo venidero como si fuese a ocurrir, ignorando que las ruinas siempre acaban llegando a tiempo.

Responder con pasión a la pasión, y no con compasión. Ignorando, en fin, que lo único que no cansa es aquello que se acaba.

Estos diez mandamientos, se resumen en dos:

Que la ignorancia es la fuerza y que es muy atrevida…

Y que la vida es del color del cristal con que se mira a quienes tienes a tu lado.

los teléfonos debieran ser parte
                             de la poesía
-la poesía está llena de recuerdos-
Hoy, una llamada solitaria
hizo rodar de nuevo el pasado a mi falda.

Se murieron tres años
                                casi cuatro.

Un bigote se movió sobre unos labios
murmurando
cosas triviales, de todos los dfas
que cómo están los niños,
si al fin me voy a Francia
que la perra tiene
                             tres cachorros
que cómo creció Carlos.

Y el teléfono de ayer me dijo
Cuánto te quiero.

Cuánto te extra no.

(Ana María Rodas)

Mendiga voz
Y aún me atrevo a amar
el sonido de la luz en una hora muerta,
el color del tiempo en un muro abandonado.

En mi mirada lo he perdido todo.

Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

(Alejandra Pizarnik)

Loreak

Sucede de repente y, aunque luego encontramos la explicación que más nos apetece creernos, nadie sabe bien por qué.

Un día aparece alguien. Quizás llevaba años a tu lado o sólo coincidió unos segundos mientras cruzábamos un semáforo.

Es difícil encajar el movimiento entre las rutinas de la vida, difícil combinar el lenguaje preciso con el mensaje. Uno quiere decir «hola» y le sale un «te quiero» o, más frecuentemente, viceversa.

Atrapados en esta imprecisión de los fines y de los medios, perdidos en la traducción de sentimientos en acciones, sucede que dices «vete» queriendo decir «no te vayas», que te sale por la boca «luego» cuando tu corazón está gritando «ahora».

Las palabras son barcos y siempre naufragan, dos cuerpos abrazados conforman un idioma que se transforma en lengua muerta, tres cantautores conectan una vida mientras que otros tres mil la deshacen en rumba y boleros.

Casi siempre nos perdemos en la burocracia de los mensajes, en la letra pequeña de los contratos, en la coma que respira agitadamente en mitad de un párrafo.

Entonces se abandona el idioma propio intentando aprender el ajeno y, al principio, uno avanza deprisa very good, très jolie y picolissima. Tan deprisa, tanto se esfuerzan todos, que parecemos hablar dos lenguas con sus correspondientes metadatos y un acento casi nativo.

Nos hace gracia que alguien diga repodridos, chanchos o que se dirija a nosotros mediante un vos. Parecemos entender lo que nos dicen, paracemos creer lo que decimos. Hasta que un día nos damos cuenta de que leer a Kant en alemán es imposible, que el quijote original se te atraganta por capítulos, que las óperas de Verdi te pasan por encima en italiano.

Pero ya no se puede volver al principio, porque «concha» ya es más que el caparazón de un molusco, porque «vida» es un latiguillo sin concepto, porque «bien» ha significado «mal» tantas veces que no se le puede dar crédito.

Saltar de un tejado al otro y no llegar con los dos pies, es estrellarse contra el suelo. No se pueden tener las cosas a medias, las palabras a medias, los abrazos de medio lado. Las medias se convierten en pantis y se le hacen carreras. Querer dominar dos idiomas es no entenderse con ninguno.

Pero quizás aún haya remedio. Otra vía, otro cruce de caminos, otro sendero sin palabras: las flores. Plantarlas, regarlas y regalarlas, olerlas y pincharse, mancharse las uñas con su tierra y ver su estruendo de color en primavera.

Quizás haya remedio. Aunque me temo que no, que las flores tampoco sólo son flores.

El despertar
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo
(Alejandra Pizarnik)

Mapa de los sonidos de Tokio

Esa fue la primera vez que rieron juntos, quizás ahí empezó todo. Pero ¿cómo matar a un hombre que siempre está en el cine? ¿cómo amar a una mujer cuando es tan feliz que no puede soportarlo?

Esta es la historia de un silencio larguísimo, brevemente apenas interrumpido por algún que otro monosílabo susurrado. Es como trabajar de noche en el mercado en algo que te permita no pensar.

El argumento ya está visto, porque amar y matar son las dos alas de un mismo pájaro que vuela sin hacer ruido, porque ella siempre necesitaba más pero es que él no supo entenderla. ¿Acaso no te suena el estribillo de esta canción? En eso estoy contigo, entre el silencio y la distancia.

Cómo puedes saber lo que busco si nadie cambia, si tengo cara de entender de vinos. Puede suceder que quien te muere te ama y quien te ame te muera. Supongo que los discursos no te hacen gracia; y las preguntas tampoco. Parece ser tarde desde el principio.

El silencio no consiste en distancia, no estoy de acuerdo contigo, aunque no es tanta la diferencia. Ausencia de palabras hay también cuando se entrecruzan las manos y las bocas entre sí o sobre un sexo desprevenido. Ausencia de palabras cuando dormimos abrazados, cuando tu cabeza se va dejando pesar lentamente sobre mi pecho. Silencio cuando aparecen los otros desde el teléfono o el último programa pospone una discusión ante los anuncios.

Por eso no lo creo; es más bien que la distancia se camufla en un silencio disperso, siempre incómodo pero asumido, desvaído entre el clima y sus goteras, el eco de las enfermedades y la desclasificación de los camareros.

Pero el silencio no es distancia, porque hay cosas que se dicen sin mover los labios, porque si es verdad que da muchos problemas ser sincero, tantos también como no serlo y tantos como creer que no lo es el otro.

La vida puede ser un metro que no nos lleva a ninguna parte, excepto quizás hacia un momento en donde la vida deja de parecer ficticia. ¿Si le hubieras dicho que la querías, habría sido todo distinto? Me parece que siempre fue tarde desde el principio. Acaso tu silencio me pedía que te diera algo más que mi silenciosa compañía.

El silencio no es distancia, la distancia es el frío. ¡Qué noche tan espléndida, tan negra, tan magnética, para decirlo! Hay alguien aquí que tiembla.

Caminos del espejo
XII

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.

Hay alguien aquí que tiembla.

(Alejandra Pizarnik)

El mismo miedo, tan poca lluvia

Dice que fue el miedo, que te perdió por miedo, que la insolidaridad y el soborno fueron por miedo. Supongo entonces que todo fue miedo y que el amor, tanto el que quema como el que tranquiliza, también fue miedo entonces.

Tal vez todo fue miedo, pero sólo llueve al principio y al final de la película. Y yo estoy cansado de que siempre se alegue miedo en vez de reconocer la comodidad de llamar miedo a cualquier cosa que se interponga en nuestro camino hacia el confort.

Fue por miedo que Darín se acostó con otra que no eras tú. Supongo que por miedo escribió una novela, aceptó un trabajo que no le gusta y, por miedo, planteó un soborno en toda regla.

Pues bien Soledad, quiero que sepas que yo también tengo miedo y que todo lo que he hecho, incluso, todo lo que he dejado de hacer, ha sido por miedo. No quiero ser menos que los demás.

Vivo por el miedo a morir, amo por el miedo a perder a quienes amo, espero por el miedo que tengo a no tener nada que esperar. Como por miedo, bebo por miedo y hasta sueño por el miedo de no saber hacia dónde ir.

Aunque lo más patético es que escribo por miedo. Sí, como lo lees, Soledad, escribo porque tengo miedo de no poder decirle nunca a nadie algunas de las cosas que escribo. Espero que sea, por lo menos, una manera de empezar.

Lástima que no haya llovido ni al principio, ni al final de este texto. Con tan poca lluvia, las palabras de amor y las mentiras se resecan enseguida y acaban escurriendo, tiempo abajo, hacia el porvenir.

COLD IN HAND BLUES
y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo
(Alejandra Pizarnik)