Flores

Cada paso que damos, cada segundo que transcurre, algo le ganamos a la vida.

Pero, al mismo tiempo, también hay algo que vamos perdiendo, como el oro que, al labrarlo, va soltando esquirlas que eran, en sí mismas, tan hermosas como la medalla que resulta al final.

Como una perla, que al bruñirla suelta esas capas adheridas que la hacían ser única entre todas, mientras que ahora es indistinguible de las otras que se esclavizan en el mismo collar.

La interrogué al mismo borde del paraíso, cuando todo era de color y mi cuerpo no pesaba entre palabra y palabra. Le pregunté a ella, con una mezcla tan indecorosa y enérgica de humor y miedo que daría todo el sinvivir que me quede por volverla a disfrutar y padecer, que si tenía pensado olvidarme.

Flores pisoteadas son los recuerdos cuando se marchitan en los márgenes del tiempo, esquirlas de amor tan valiosas en si mismas como las historias embellecidas que nos empeñamos luego en labrar con los cascotes del derrumbe.

También llegará mi momento y lo digo con la tranquilidad de saber que no hay más día que hoy en ningún calendario. Pero aquella noche ella contestó —con una sinceridad que jamás podré perdonarle— que solos seríamos un instrumento, que tarde o temprano nos despediríamos sin hablar.

Unas noches más tarde —unos meses, unos años después, ya no recuerdo— tres besos certeros que le disparé al aire la hicieron llorar.

No ha quedado ni una sola palabra de todo lo que nos perdimos uno del otro y si alguien alguna vez me preguntara por su nombre de flores, tendré que responderle con evasivas. Porque no sé, no sé, no sé… y duele menos olvidar.

Perlas ensangrentadas (Alaska y Dinarama, Canciones Profanas, 1983)

Lost on you (LP, Lost on you, 2016)

Confusión

Algunas tardes me siento extraño en mis propios ojos, mirando como el amor siempre sucede en el pasado.

Me quedo quieto, pájaro derribado por la tormenta, en esa calma intranquila de las esperas cuando los pasos de nunca suenan idénticos a los de ayer.

La piel se enfría a bocanadas conforme la tarde pasa despiadada y metódica dejando un invisible rastro de desorden, por donde se confunde la frágil ausencia de quien no termina de llegar con la inmediatez de quien nunca acaba de irse.

Aprendo entonces que el amor siempre es un invento de otros con sus metáforas indecisas y su miedo, ese miedo que no se crea ni se destruye, sino que se transforma en un silencio, allá, en los alrededores de un cuerpo que se consume deshabitado en el lado derecho de otra vida.

Tenerlo claro es la prueba definitiva de que vivir es sentirse confuso. Estar seguro es el lado tenue del desastre y de las dudas. Saber es una imagen congelada del colibrí de cada pensamiento y las certezas son respuestas sin pregunta que se disuelven en esta niebla de no atreverse a creer que todos los pasos siempre son irse, que jamás han existido los volver.

Niebla

Sirenas de los barcos en el gris
creciente de la niebla. Se oyen a lo lejos,
atraviesan el aire húmedo de noviembre
mientras la nube avanza a ras de suelo,
cubre los edificios y los parques
extendiendo la sombra de un falso anochecer.
Como el barco perdido entre la niebla
se adentra la memoria en los dominios
de un mar borrado,
envía sus mensajes y pregunta`
por rostros que se fueron,
por nombres confundidos en los márgenes
del tiempo y de la muerte.
Y no sabe si inventa su pasado.

(Antonio Jiménez Millán, Clandestinidad, 2010)

Volver (Morgan, North, 2016)