Nuestra hermana pequeña

¡Tin!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco.

¡Tinnn!

Si sabes escucharlo, si existe el suficiente silencio, cada problema viene precedido de un estremecimiento. Un dolor que suena, agudo; que retumba, mínimo, en la estancia; que se propaga, tácito, sobre el corazón.

¡Tinnn!

Y el padre que falta. ¡Tinnn! Y la madre que se aleja. ¡Tinnn! Y la hermana pequeña que no habla. ¡Tinnn! Los pecados que se reproducen. ¡Tinnn! La carga de quedarse soltera allá dónde solo se traduce como triste.

¡Tinnn!

Y él se va, pero yo no puedo irme. ¡Tinnn! La vieja amiga que se muere. ¡Tinnn! El dolor de los chanquetes. ¡Tinnn! El peso de que la vida sigue.

¡Tinnn!

De un tiempo a esta parte, tengo miedo de las campanas, de los timbres. Me asusta mirar atrás y comprobar que nadie me sigue. Me horroriza no encontrar un túnel bajo las flores, me entristece cancelar un pasaporte vacío, me estremece ver lo solo que he llegado a estar.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco. Y cada problema tiene su conversación serena, sus párpados pálidos mirando a lo lejos, su risa nerviosa estallando en la habitación.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana de inicio, su rezo silencioso, aunque no tenga solución. Aunque no haya arreglo para las ausencias, ni para las enfermedades, ni para la vida que le queda a los vivos después de una muerte. Cuando el único arreglo es encontrar un otro que te los dé por comprendidos.

¡Tinnn! 

A pesar de que estoy seguro de que nunca oiré mi campana definitiva, de un tiempo a esta parte, tengo miedo de los ruidos metálicos del triángulo y, cada vez que alguien rompe algún silencio largo, me quedo encogido, tenso, como esperando oír un tañido y una oración que anuncien el nudo, la tragedia, un urgente desastre o abran paso al pasado colándose en una metáfora.

¡Tinnn!

Algunas historias no se pueden cerrar. Y hay que aprender a caminar con ellas, abiertas, por la playa, cuidando de que las olas no te mojen los pies.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco. Y como ninguno es el último, no hay otra manera de terminar este texto.

¡Tinnn!…

Memoria
No tomes muy en serio
lo que te dice la memoria.

A lo mejor no hubo esa tarde.

Quizá todo fue autoengaño.

La gran pasión
sólo existió en tu deseo.

Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto
tuvo al menos algún sentido.

(José Emilio Pachecho)

Soy una mujer sin problemas
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.

Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.

Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.

(Juana Bignozzi)

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