
He visto en la televisión el destrozo, la barbarie. Mis compatriotas sangrando, mi tierra removida y los escombros alfombrando la calle.
Quiero ser pastor, defender a mis ovejas de los lobos. Voy a entrenarme hasta la extenuación, voy a proteger a los míos, aunque para eso tenga que recorrer miles de kilómetros y obligarles a que vivan sin mí.
Todo hombre en edad militar es sospechoso, esto es zona de guerra. Yo disparo, no pregunto, solo disparo y acierto. Es mi misión, proteger a los míos, a los que son como yo y hacen lo que yo hago.
Es fácil distinguirlos, porque van vestidos como yo, hablan mi mismo idioma y piensan, como yo pienso, que el enemigo es cualquiera que pueda llevar un arma.
Y si matan a mis amigos, tengo que vengarlos, porque soy su perro pastor y las ovejas me necesitan como yo necesito la puntería.
Sé que moriré antes de tiempo, sé que me matará una bala porque de tanto jugar con fuego, uno siempre se quema.
Sé que me matará una bala cuando menos lo espere y sé quienes son las ovejas y quienes los lobos. ¿Lo sabes tú también? Sí, lo sabes, y por eso conoces mi nombre.
Unos me llaman Chris Kyle, otros, en cambio, me llaman Mustafá.
A mano amada
A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;
allí,
en la esquina más negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,
los recuerdos me asaltan.Unos empuñan tu mirada verde,
otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
me reclaman.Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
la memoria.(Ángel González)
COREOGRAFÍA
Para mí amigo Carlos CortésNo sé qué cosa es una guerra
y tengo como prisión al cuerpo
y alma como campo de batalla.Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es situarse en el palco de los espectadores,
o estar
en cada íntimo instante del milagro.Vivo de pedacitos,
pero aspiro a la totalidad,
es decir a Mozart y al poema que me redima
y me revele los espacios absolutos
y la nada.Percibo de mí
los sitios más secretos:
la culpa,
una tercera conciencia de las cosas,
la dualidad del pensamiento,
la ira pequeña
por lo que ya ocurrió.Pero he vivido poco. Treinta años.
Dos amores de piel
y un querer abandonar
esta espera que me señala la vida.Anhelo la anarquía,
el más tierno desorden del amor,
la cábala
los relojes de arena y una habitación sencilla.Quiero tener un destino trazado de antemano,
encontrarme con Dios
y los abismos
y no tener conciencia de la llama.Ser la llama misma y la aventura.
Pero vengo de soledades últimas,
de conversaciones que nunca concluyeron,
de espejos que me miraron desde la infancia hasta ahora,
de abandonados armarios de caoba que fueron
de tías o de abuelas remotísimas.Cuán poco he vivido.
No conozco la guerra. Y tampoco la paz.
Me duele la orfandad,
el desarraigo,
el sentirme extranjera en cualquier sitio,
el no pertenecer
a una familia o a una patria.No puedo narrar una batalla;
ni hablar del hambre y de la peste,
ni escribir la canción de algún soldado herido,
ni hablar de mujer violada,
ni decir cómo es un cementerio después de una llovizna.Pero anhelo decir en el poema
que la vida me conmueve,
que respiro mejor cuando me entrego,
que necesito amar de la manera más simple y primitiva.Me gusta la paz y la defiendo
y la guerra cuando es justa,
y el sabor de las mandarinas cuando llega el verano,
que me gusta ser una y arraigarme en el cosmos,
y sentir que mi vida palpita al mismo tiempo que la vida,
aunque no haya vivido,
aunque mi hambre sea de infinito,
aunque no sepa expresar
que por alguna razón precisa estoy aquí,
a punto de vencer,
a punto de morir,
de vivir.(Mía Gallegos)