El abrazo de la serpiente

Sólo puede salvarse quien sueña, quien persigue sus sueños a través del mundo. Porque sólo quien sueña puede aprenderse a sí mismo y reconocerse después.

Es verdad que perseguir conduce a la frustración de no alcanzar, que soñar tiene el peligro que caer en lado oscuro de las pesadillas, que reconocerse tiene el inconveniente de no gustarse.

Pero somos música, todo es música, y cada canción de cada criatura es el conocimiento reverberando en los demás.

Hay que evitar a los caucheros a toda costa, asumir riesgos en blanco y negro, y respetar. Respetar es el más arduo de los trabajos en el mundo, porque consiste en darse cuenta que la sinfonía del universo tiene muchos instrumentos, muchas canciones, que necesitan ser escuchadas.

Si no sabes escuchar, estás perdido. Si no sabes soñar, estás muerto. La yakruna no te salvará si eres tú la serpiente.

Y si te roban la brújula, si caen al río todas las cosas a las que te aferras, si te cercan los colombianos o los capuchinos te azotan, si nadie confía en ti y tú no confías en nadie… abrázate a la serpiente y guíate por tus sueños.

Sólo quien consigue abrazarse a la serpiente puede demostrarse a sí mismo que no lo es.

Monelle
También la pobre puta sueña.

La más infame y sucia
y rota y necia y torpe,
hinchada, renga y sorda puta,
sueña.

Pero escuchen esto,
autores,
bardos suicidas
del diecinueve atroz,
del veinte y de sus asesinos:
sólo sabe soñar
al tiempo mismo
de corromperse.

Ésa es la clave.

Ésa es la lección.

He ahí el camino para todos:
soñar y corromperse a una.

(Eduardo Lizalde, El tigre en la casa))

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