Trasplante
¿Se puede vivir con el corazón de otro,
notar como fluye en nosotros su sangre,
ver con sus ojos abiertos y mirarse
a distancia pero por dentro?
¿Se puede sentir una herida ajena
que parece hecha con dolores propios?
¿Se puede tener una vida en otra cabeza,
en el centro de otro cuerpo,
respirando en otro soplo?
¿Puedes contagiarme la realidad tuya?
¿Puedo contraerla, padecerla,
que luche contra mis defensas
y, una vez debilitada o muerta,
devolvértela inocua?
Sí, se puede, es preciso que se pueda.Pero no hay que inventarse un trasplante,
ni colocar sensores electromagnéticos
alrededor del corazón o de las cabezas.Basta con vivir muy cerca, tan juntos
que a ratos nos estorbemos,
a tan poca distancia que no distingamos
quien de los dos ve lo que vemos.Tan cerca, que las pesadillas y los sueños
nos tapen con la misma sábana.Así podré contagiarte mis sueños,
podrás contraerlos, padecerlos,
que luchen contra tus defensas
y, una vez debiltados o muertos,
devolvérmelos inocuos
o cumplidos.
Esqueleto
Este esfuerzo de armonizar palabras,
encontrar el acento,
subrayar el silencio y enhebrar el énfasis,
conmoverse y verse como desde fuera de la escena
para luego volver a entrar dentro,
este añadirte a los versos en la intención disparada,
en la letra consabida, en la atracción que quizá
ejerzan sobre el otro universo posible,
este modo de regar las cosas pequeñas
con miradas que se parecen a los tuyas,
de querer cortar el agua y romperla
en mil pedazos de plata y lluvia,
esta manía de esculpir para siempre
encuentros fugaces, de llamar a las cosas
por su otro nombre desconocido,
de remover la sopa de la vida
antes de dejarla reposar en el fondo del plato,
esta necesidad de encontrar renglones
de la talla precisa, de manejar palabras
que me aplastan, que me vienen grandes
o que me encogen sobre ti,
este ímpetu desordenador de instantes,
como si quisiera armar el puzle de otra caja,
este modo desenfocado de levantar acta de la distancia,
de tomarse los días como un breviario
y correr sobre las noches un tupido desvelo,
este palpar lo real en el deseo
de lo imaginario, esta confusa fritura de conceptos
en témpura de nubes, este caos
que siempre está al borde del riguroso orden alfabético,
esta, en fin, silueta del destierro
que te está esperando aquí escrita,
no tiene nada que ver con la poesía.Es mi esqueleto.