Prima cosa bella

Tropezar con una lágrima y convertirla en sonrisa. Transformar una expulsión en una aventura. Divertirse mirando de frente a la muerte.

Me gustan las mujeres que ríen, las que sonríen. Me gustan también las mujeres que lloran. Imagino que tengo predilección por aquellas cosas que yo no consigo hacer con facilidad.

Pero las mujeres que me vuelven loco, son las que saben llorar y reír a la vez. Hoy he vuelto a saber, viendo esta película, qué es lo que más me gusta de ti.

La historia de una familia que se reune y se perdona, el relato de los desencantos y las sequedades, amoríos, desamores, canciones contra el miedo y el tiempo que pasa ineludible para todos.

Conmovedora la cama con los tres abrazados en diferentes edades. Conmovedora la pelea-abrazo de los hermanos. Conmovedor el vecino, amando en silencio y cuidando de las cosas como si en ellas estuvieran descansando las emociones.

Pero no es una película sobre el amor, ni sobre la familia, ni sobre el perdón. Esta película, pisando el borde del drama, habla a gritos de la alegría.

Café Society

Sólo hay dos razones para acercarse a alguien: por necesidad y por gusto. El resto son combinaciones más o menos originales, más o menos contradictorias, más o menos creíbles.

Así que parece fácil. Cuando te acercas a alguien, cuando alguien se te acerca, debería bastar con hacerse la pregunta adecuada para conocer la respuesta exacta. Y, de este modo, dejarle acercarse o levantar una valla.

Pero es que es bastante más complicado de lo que parece discernir entre ambas. Porque la necesidad y el gusto se envuelven, una a la otra, con el modo en que se superponen las capas de una cebolla. Quizá sea por eso que, cuando se rebusca en el fondo, suelen escaparse algunas lágrimas.

¿Me acerqué a ti, te acercaste, por gusto o por necesidad? No hace falta que nos respondamos a corazón abierto, porque es bastante probable que llamemos necesidad al gusto y, mucho más problable aún, que llamemos gusto a la necesidad.

No es sencillo descubrir las razones del primer paso, sobre todo, mientras vamos caminando. Es cuando uno se para, cuando el impulso se agota, cuando aparecen (o mejor dicho, desaparecen) las claves del principio.

Y entonces, cuando te vas alejando del otro, bien sea muy poco a poco, escatimando imperceptiblemente la longitud de tus pasos, o bien de golpe, en la escena del sofá y el paso atrás, es cuando aparecen las respuestas con más claridad. Quizás sea por eso que, si miras bien el cartel de la película, es probable que veas una lágrima.

No he visto aún la película, pero estoy convencido de que Allen estará de acuerdo conmigo en que, cuando el gusto y la necesidad pugnan y se contradicen, al final, siempre, absolutamente siempre, muy por encima del azar, manda la necesidad.

Porque, como todo el mundo sabe, la necesidad nace, crece hasta ocuparlo todo, se satisface de algún modo que cansa y, al final, muere derrumbando todo lo que construyó a su paso.

Porque, como todo el mundo sabe, se puede vivir con el corazón roto… pero es completamente imposible dormir con los pies helados.

Desenlace
Yo vivo solo
al borde del agua sin esposa ni hijos.

He girado en torno a muchas posibilidades
para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris,
con las ventanas siempre abiertas
hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.

Mas somos lo que hemos hecho.

Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad
de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a
la poesía sino buenos sentimientos,
ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa,
podemos sentarnos a mirar las aguas grises,
y en una vida inmaculada
por la mediocridad y la basura
vivir al modo de las rocas.

Voy a olvidar la sensibilidad,
olvidaré mi talento. Eso será más grande
y más difícil que lo que pasa por ser la vida.

(Derek Walcott)

Nuestra hermana pequeña

¡Tin!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco.

¡Tinnn!

Si sabes escucharlo, si existe el suficiente silencio, cada problema viene precedido de un estremecimiento. Un dolor que suena, agudo; que retumba, mínimo, en la estancia; que se propaga, tácito, sobre el corazón.

¡Tinnn!

Y el padre que falta. ¡Tinnn! Y la madre que se aleja. ¡Tinnn! Y la hermana pequeña que no habla. ¡Tinnn! Los pecados que se reproducen. ¡Tinnn! La carga de quedarse soltera allá dónde solo se traduce como triste.

¡Tinnn!

Y él se va, pero yo no puedo irme. ¡Tinnn! La vieja amiga que se muere. ¡Tinnn! El dolor de los chanquetes. ¡Tinnn! El peso de que la vida sigue.

¡Tinnn!

De un tiempo a esta parte, tengo miedo de las campanas, de los timbres. Me asusta mirar atrás y comprobar que nadie me sigue. Me horroriza no encontrar un túnel bajo las flores, me entristece cancelar un pasaporte vacío, me estremece ver lo solo que he llegado a estar.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco. Y cada problema tiene su conversación serena, sus párpados pálidos mirando a lo lejos, su risa nerviosa estallando en la habitación.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana de inicio, su rezo silencioso, aunque no tenga solución. Aunque no haya arreglo para las ausencias, ni para las enfermedades, ni para la vida que le queda a los vivos después de una muerte. Cuando el único arreglo es encontrar un otro que te los dé por comprendidos.

¡Tinnn! 

A pesar de que estoy seguro de que nunca oiré mi campana definitiva, de un tiempo a esta parte, tengo miedo de los ruidos metálicos del triángulo y, cada vez que alguien rompe algún silencio largo, me quedo encogido, tenso, como esperando oír un tañido y una oración que anuncien el nudo, la tragedia, un urgente desastre o abran paso al pasado colándose en una metáfora.

¡Tinnn!

Algunas historias no se pueden cerrar. Y hay que aprender a caminar con ellas, abiertas, por la playa, cuidando de que las olas no te mojen los pies.

¡Tinnn!

Cada conflicto tiene su campana, su timbre, su eco. Y como ninguno es el último, no hay otra manera de terminar este texto.

¡Tinnn!…

Memoria
No tomes muy en serio
lo que te dice la memoria.

A lo mejor no hubo esa tarde.

Quizá todo fue autoengaño.

La gran pasión
sólo existió en tu deseo.

Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto
tuvo al menos algún sentido.

(José Emilio Pachecho)

Soy una mujer sin problemas
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.

Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.

Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.

(Juana Bignozzi)

El lado bueno de las cosas

A veces, te dejas la cartera en la casa, y vuelves, y está sonando una canción.

Nadie entiende lo que pasa en tu cabeza, ni siquiera tu otro yo cuando coincide contigo en ser carne de siquiatra, que es como prepararse para un mundo lleno de canciones en el que sólo suena una.

Y, como no puedes quitartela de la cabeza, aceptas bailar otra, y un ciego que guía a otro por el laberinto, y tu padre que se lo apuesta todo y los Eagles que son mi pasión.

Entonces llega la buena o mala suerte, que en eso consiste ser bipolares, y la chica es guapa pero está más loca que tú y todo parece normal cuando aparece la policía y tienes que escribir una carta interminable.

Ella tira los platos y tú las zapatillas, tu amigo te sugiere algunos pasos y nadie habla hasta que no hay más remedio que deshacer un entuerto en mitad de la calle mientras ella huye entristecida y tú susurras en otro oído y la apuesta no estaba en el dinero sino en cuándo hay que deslindarse del pasado y encontrarse de nuevo con tu otro yo (y quizá con alguien más y su otro yo correspondiente) y dejar de escuchar aquella canción que sonaba siempre.

Y todo se resuelve sin resolverse, olvidando que, otras veces, te dejas la cartera en la casa, y vuelves, y no suena ninguna canción y sigue sin haber nadie.

Amor
La regla es ésta:
dar lo absolutamente imprescindible,
obtener lo más,
nunca bajar la guardia,
meter el jab a tiempo,
no ceder,
y no pelear en corto,
no entregarse en ninguna circunstancia
ni cambiar golpes con la ceja herida;
jamás decir «te amo», en serio,
al contrincante.

Es el mejor camino
para ser eternamente desgraciado
y triunfador
sin riesgos aparentes.
(Eduardo Lizalde)

Tenemos que hablar

En la escena del sofá, siempre hay un conflicto triste que resolver. Tienen razón al sentir que cuando no hay más remedio que hablar, es que hay un desgracia llamando a la puerta.

Para hablar hace falta pensar, para pensar en orden, es conveniente escribir. Por eso escribir, a veces, se convierte en un ejercicio triste, que viene de un pensamiento triste, que va hacia una triste conversación.

Tenemos que hablar es un anticipo del desastre… pero también de la solución. Especialmente, cuando ese esfuerzo, puede que a regañadientes, puede que interesado, esconde, no sé si amor, pero, al menos, la imperiosa necesidad de no tener el papel de verdugo en la película.

Y de ahí la trama, y el vodevil, y el enredo. De ahí que las mentiras piadosas parezcan rodeos para no asomarse a un abismo que a todos les da vértigo. Aunque las peores mentiras piadosas son las que nos perpetramos a nosotros mismos haciéndonos creer que el otro ha intentado suicidarse.

Es posible que el odio esconda el amor, que el olvido esconda el afecto, que el miedo esconda la imperiosa necesidad de ser inocentes. Y que, al final, se descubra que todas las verdades del tenemos que hablar, eran mentiras tan piadosas como la casa en el lago.

Aunque a los guapos, a las guapas, todo se les perdona, incluso los finales a la carrera y las noches de San Juan que dejan platos rotos a la sombra de las hogueras. Aunque, eso sí, de la vajilla argentina esa que nos importa poco.

Pero a los guapos, todo se les perdona: si Tony o Gracita, o José Luís, o Manuel, o tantos otros, pudieran todavía comer palomitas, estarían de acuerdo conmigo en que, a los guapos, a las guapas, todo se les perdona. Con una leve sonrisa de haber adivinado el final de la comedia, con una pequeña lágrima de reconocer que el final de cada comedia es el principio de un drama.

Tenemos que hablar es una frase que cada día pronuncian miles de pares de labios mientras sus pasos vacilan ligeramente hacia un sofá, una mesa de bar, un banco del parque o una sala de espera de una clínica. Tenemos que hablar porque el conflicto es parte de la vida, porque las palabras sólo nos hieren después de habernos curado, porque las preguntas que orbitan el corazón no se crean ni se destruyen, sólo se transforman.

Y no sé si significará lo mismo para todos que mil pares de dedos índice tecleen lentamente un tenemos que escribir, y luego hagan clic en publicar.

Esto
Dicen que pretendo o miento
En cuanto escribo. No hay tal cosa.

Simplemente
Siento imaginando.

No uso las cuerdas del corazón.

Todo cuanto sueño o pierdo,
Que pronto cae o muere en mí,
Es como una terraza que mira
Hacia otra cosa más allá.

Esa cosa me arrastra.

Y así escribo en medio
De las cosas no junto a mis pies,
Libre de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.

Sentir? Dejemos al lector sentir!
(Fernando Pessoa, 1933, Versión de Rafael Díaz Borbón)

Creative control

Inevitablemente, sentir conduce a imaginar, del mismo modo que creer nubla la vista hacia el color del cristal de las gafas detrás de las que surge la maravilla.

Porque toda maravilla es invención hasta alguien la mide, toda invención es un sueño hasta que alguien lo escribe, todo sueño es real hasta que la rutina no demuestre, tarde o temprano, lo contrario.

Y por contrario que parezca, todos los sucesivos viceversas también son verdad y, hasta que se demuestre la rutina, todo lo real es sueño, todo sueño es invención que aún no está escrita, toda invención es maravilla pendiente de su oportuno proceso de medida y catalogación.

Cómo es posible enamorarse de un holograma, de un recuerdo, de una voz… pensarán quienes pisan el barro y no admiten humo como animal de compañía. Y sin embargo, lo absolutamente cierto es que no hay más modo de enamorarse que perseguir sombras.

Porque el amor, que es una maravilla, siempre comienza en invención que se va transfundiendo a los sueños. Los sueños nos eligen entonces las palabras imprescindibles para que nadie mida, las palabras necesarias para que todo lo escrito nos apunte al corazón, las palabras imposibles que impiden que nos embista la rutina.

Podría decirse que amar consiste en llevar unas gafas que aumentan la realidad hasta convertirla en ficción. Unas gafas propias con las que nadie más puede ver lo que yo veo, porque nadie más puede inventarse mis miedos, ni soñar los sueños de Casandra, ni maravillarse como se maravillaría Lola Flores.

Y un día, sin saber bien ni cómo ni por qué, a fuerza de llevar siempre las gafas puestas, pierden su poder y desaparece el efecto, y con él la maravilla, la invención, el sueño y ese estado de ánimo que nos convertía en seres humanos únicos.

Desaparece el efecto y lo peor no es que que desaparezca, sino que olvidamos hasta el extremo del juramento airado que, una vez, durante algún tiempo, llevamos aquellas gafas puestas encima de una sonrisa extraña. Olvidamos que aquellos días con gafas han sido -¡y serán, no perdamos aún la miopía!- los mejores días de nuestra vida.

Y ahora freguemos la realidad de los platos sucios, pensemos en las rutinas de la cena y sus verdades televisivas, descansemos un rato en el sofá y caigamos en la cama, a ver si se nos pasa deprisa este insoportablemente largo ataque de sensatez con el que acaban todas las películas.

Ese gran simulacro
Cada vez que nos dan clases de
amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de
amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros
en mi región hay calvarios de
ausencia
muñones de porvenir / arrabales
de duelo
pero también candores de
mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde
sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo
de otoño
sentimientos insoportablemente
actuales
que se niegan a morir allá en lo
oscuro
el olvido está lleno de memoria
que a veces no caben las
remembranzas
y hay que tirar rencores por la
borda
en el fondo el olvido es un gran
simulacro
nadie sabe ni puede / aunque
quiera / olvidar
un gran simulacro repleto de
fantasmas
esos romeros que peregrinan por
el olvido
como si fuese el camino de
santiago
el día o la noche en que el olvido
estalle
salte en pedazos o crepite /
los recuerdos atroces y de
maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por
el mundo
y esa verdad será que no hay
olvido
(Mario Benedetti)