;imagen,1;Pardo es el color
de los recuerdos que quedan olvidados
entre las páginas de los libros,
perfumados en un vago olor
a imprenta recién abandonada a su suerte.
Luz atrapada
en la rendija de una pupila fría.
Rostros pasados, de quienes fueron
protagonistas de nuestra vida,
deformándose en el cuarto oscuro
y nostálgico de la memoria lejana.
Nada de lo que se ve es real,
tan sólo pasado.
Todo es mentira.
Alquimia de luz dolorosa y dormida.
Tan sólo suspiros de tiempo,
descongelados y revividos.
Que trastocan la sincronía del corazón
cuando pasamos las manos,
con dulzura o con alivio,
por aquellos rostros jovencísimos.
Renuncio
a volver la vista atrás,
renuncio a rodar, otra vez,
por el mismo precipicio.
Ya no soy yo.
He respirado tanto aire
y tantas veces he caído,
que no puedo ser el chiquillo de ojos oscuros
y rostro tímido,
que me llama por mi nombre
desde las hojas del libro.
Como tampoco seré
el mismo que lea mañana
las letras revueltas
que en este momento
escribo.
De mí sólo quedará,
tal vez,
la música de tus labios,
tarareándome el estribillo.